martes, 10 de noviembre de 2009

Detectives privados

No quería llamar a nadie, ni salir de la habitación, pensaba que este sería el último día de mi vida, estaba inquieta, me sentía vigilada y no me fiaba de nadie, y menos aún del tal Guillermo. Ni el mayor de los expertos en la rama del saber podría despejar mis dudas, me parecía muy extraño todo...
- ... la nota del tal Guillermo ...
- ... que no se supiera nada del inspector Arribas ...
- ... que no me dejaran ir a mi casa...,
y seguro que mi habitación estaba vigilada, ¿a quién podía acudir para que me rescatara?, mi mundo se estaba derrumbando en mis propias narices, pensé en algunos amigos que siempre habían estado ahí, y al mismo tiempo me daba la réplica : ¡ni siquiera lo intentarás!, seguirás sola como tantas veces en ese mundo interior tan absurdo, luchando, escondiéndote de tantas y tantas miserias, construyendo y destruyendo.
Mi voz interior no paraba, me estaba volviendo loca: - los que me te han querido, siguen ahí, eres parte de su mundo y podrías acudir a ellos sin involucrar a tu marido y a tus hijos ajenos a este peligroso mundo, o al menos podrías llamarles y pedirles consejo -.
Acudieron a mi mente nombres como Sergio, Fernando y Enrique, consumidores convulsivos de casos peligrosos, el primero es abogado de causas perdidas y los otros dos detectives privados, ¡estos si que sabrían de lo que hablo!, incluso puede que sepan más que yo de esta banda de ladrones y asesinos y de sus múltiples 'compinches', estoy segura de que Enrique al menos me ayudaría, es de los melancólicos, de los que sigue enganchado en el recuerdo de un pasado que pudo ser, aunque sabe que yo pasé página; que a cada paso nuevo que doy pasó página, sin reproches, sin recuerdos, que mi vida está hecha de retales, de trocitos de vidas pasadas y que camino sin mirar atrás, pero no me quedan más salidas, no me fío de nadie, ni siquiera de la policía y tengo que sacar fuerzas para salir de esta habitación y enfrentarme a mi suerte. Las expectativas son de lo más desalentadoras.
Mi desesperación me había vuelto miserable, estaba pensando en acudir a amigos olvidados con la convicción de que me ayudarían sin más, sin darme cuenta que podía poner su vida en peligro para salvarme, pero al fin y al cabo ellos vivían siempre en la cuerda floja poniendo su vida en peligro, esa es su profesión y son ellos los que la eligieron, no yo.
Me decía a mi misma: el hoy es lo que existe, pero que hacer cuando el hoy puede ser la última página y no otra más, y esta vez sin resolver, el alma vuelve a doler con ese dolor sordo y persistente, la inseguridad se apodera de mí y me hace dar pasos en falso.
Me había sentado encima de la cama envuelta en mis pensamientos, repasando mi vida, con la desesperación de un condenado a muerte, con la sangre derramada por el sudor de los reproches propios. Vi pasar toda mi vida como dicen que ocurre en los últimos momentos a las personas que van a morir.

De repente al contemplar mi imagen en el espejo tomé impulso y me dejé de reproches huecos, sin sentido y pensé en el día ansiado de dejar de malgastar sangre, el día de confiar, de sentir y guardar... de vivir y de amar, ya no quería pensar más. Sin salir de la habitación hablé por teléfono con Enrique
para pedirle ayuda como profesional, que le quería contratar como detective porque mi vida se había convertido en un caos, ¡otra vez más!.

Enrique me dijo que me ayudaría, que contara con el y me recordó mi carácter luchador, -
no quiero ver esos brazos caídos de mujer derrotada -.

A medida que transcurría mi
conversación telefónica con Enrique mi ánimo empezó a dispararse, siempre era igual arriba y abajo, esa persistente bipolaridad que me había perseguido desde pequeña hacía de nuevo su aparición. Me recomendó que saliera del hotel lo antes posible porque la policía (el tal Guillermo) acudiría a buscarme al no dar señales de vida.

Recogí todas mis cosas y salí del hotel sin mirar atrás, tenía que enfrentarme a lo conocido y a lo desconocido, a lo que aconteció y a lo que acontecerá, pero no tiraría la toalla, estaba dispuesta a todo para defenderme y ahora más, ¡contaba con ayuda!.