jueves, 28 de mayo de 2009

Presentación del libro de Roberto

Había estado unos días sin poder salir de casa por culpa de la maldita alergia, me pasa todas las primaveras, mi cara se hincha como un globo, los ojos se me enrojecen y toda yo soy un cromo, si añadimos que no paro de estornudar el cuadro es completo. Ya me encontraba mejor pero no tenía ánimos para nada y precisamente hoy llegan Giovina y Roberto a Madrid, le prometí a Giovina que estaría en la presentación del libro de Roberto y que después nos reuniríamos para comer y hablar un rato de todo o pasado.

A las nueve de la mañana salí de casa con los antiestamínicos en el bolso y me dirigí al hotel dónde se hacía la presentación del libro. Me suelen aburrir muchísimo este tipo de acontecimientos, así que me senté en una de las últimas filas de asientos que estaban dispuestos para los asistentes a la presentación del libro (casi todos periodistas). Cuando terminó llamé al móvil de Giovina y quedé con ella en una cafetería próxima a hotel. Esperé casi una hora hasta que aparecieron, estaban eufóricos, el libro de Roberto estaba teniendo una buena acogida tanto en Italia como en España y ya habían publicado una segunda edición, su saludo fue muy cariñoso y tuvieron la deferencia de no referirse a mi lamentable estado físico (la alergia seguía haciendo de las suyas). Hablamos sobre todo del caso en el que estaba colaborando con la policía, Roberto decía que bien podría escribirse una novela de misterio, pero no se como desvió la conversación hacia su libro y empezó a contar su gran devoción por la literatura y los muchos libros de poesía y novelas que pensaba publicar con las ganancias de este libro, me recordó aquello de vender la vaca antes de obtener las ganancias del cántaro de leche que terminó derramada. En el momento en qué Roberto se levanto para ir al WC, Giovina me hizo algunas confidencias

G: puedo hablar delante de el porque desviaría la conversación, a pesar de que sabe que estás al tanto de todo, aún no ha asumido su intento de suicidio, o más bien es como si no hubiera pasado, nunca habla de ello, y cuando quiero abordar el tema corta por lo sano y no me escucha o cambia la conversación, estoy muy preocupada, ahora sólo habla del éxito de su libro, incluso creo que se le está subiendo un poco, actúa como un gran divo como habrás podido observar.


En la cara de Giovina se reflejaba cansancio y preocupación, de repente desapareció la euforia fingida de cuando llegaron y mostró su verdadera cara, me sentí un poco apenada, no la conocía mucho, pero si lo suficiente como para compartir mucho más de lo que compartiría con otras amigas de hace tiempo
G: Tengo miedo de que su ego crezca tanto que termine por ver sólo este éxito, o más bien que sólo vea la parte de el que le interesa y si vienen mal dadas, y esto sólo sea efímero, vuelva a recaer.

Se iban a quedar dos días en Madrid, Roberto tenía que ir a dos programas de televisión para promocionar su libro y Giovina me pidió que les acompañara para poder hablar conmigo con más calma mientras el estaba rodando los programas.

Al día siguiente me reuní con Giovina en los estudios de televisión, no nos quedamos para ver el rodaje de la entrevista, dejamos a Roberto y nos fuimos a dar una vuelta para poder hablar. Caminamos una media hora y nos sentamos en uno de los bancos del parque al que habíamos llegado. Giovina empezó a contarme lo sucedido desde que salieron de la clínica de Roma, yo escuchaba sin mediar palabra porque me di cuenta que necesitaba desahogarse, me contó que cuando salieron de la clínica Roberto estaba tan feliz que no dejaba pasar un sólo minuto del día sin dedicarse a cualquier actividad

G: ¡No paramos!, lo curioso es que yo quería complacerle en todo, me sentía culpable y responsable de todo lo que le había pasado, mi sentimiento de culpa me ha llevado a cometer muchos errores, el primero no recordarle nunca su debilidad, nunca hablé con el del porqué de aquella mala decisión, de su falta de paciencia, de su desesperación, sólo hablamos de la mala fe de mi hija, la hace responsable de todo, yo no digo que no fuera así, pero el es un hombre maduro y Liuva una chiquilla que me adora y actuó mal aconsejada, me digo a mi misma: tiempo al tiempo ... pero creo que tengo que empezar a poner límites si quiero seguir adelante. Los días que pasé con mis padres hablé mucho con mi madre, es la mejor mujer de mundo y tiene intuición para todo lo que me pasa, me vuelvo transparente en su presencia, me dijo que me notaba inquieta, sin control, viviendo una vida sin tregua y que la vida de todos necesita momentos de serenidad, un interior acorde con nuestros sentimientos porque los sinsabores llegan de fuera, con imprevistos que no podemos controlar, que al menos hemos de controlar nuestra paz interior para poder ser felices, me recordó que yo no tenía paz interior, y que por eso lo primero que tenía que hacer era centrarme. Nunca la conté lo pasado con Liuva y cuando nos fuimos me recordó que debía encontrar equilibrio en mi vida, que el amor ha de ser profundo y lo suficientemente sólido como para aguantar los ataques internos y externos, me lo dijo de tal forma que sin haberla contado nada parecía saberlo todo. Quedé en regresar muy pronto con Roberto para que lo conocieran (entonces tenía la esperanza de encontrarlo sin más), pero no he vuelto no quiero que conozcan al Roberto preocupado sólo de su éxito, hablando tanto de si mismo y de su obra que hace que los demás le adulen o le odien, una de dos, incapaz de mantener una conversación en la que no aparezca su obra literaria como protagonista, siempre dirige la conversación hacia el mismo punto hasta que termina aburriendo, ha cambiado mucho. El mes que viene celebramos nuestro aniversario, un año juntos, estoy segura que ni se acuerda, tendré que recordárselo, no me mal interpretes estoy segura de que está enamorado de mi, de lo que no estoy tan segura es de si se quiere más a si mismo, es como si hubiese pasado de un extremo a otro, de quererme más que a su propia vida a querer su éxito más que a mi. Espero que sea pasajero porque no se como reaccionar por eso te lo cuento para que me des alguna idea.


Aconsejé a Giovina lo mejor que pude, la recomendé que antes de seguir con la gira de promoción Roberto debería ponerse en manos de un psiquiatra, después de un intento de suicidio no creía posible recuperarse sin más, sólo un especialista le ayudaría a superarlo para no recaer, bloquear algo tan serio podría tener graves consecuencias. Al mirar al frente vi a Roberto que se acercaba y le hice una seña a Giovina para desviar la conversación

G: Mañana nos vamos a Barcelona, tenemos intención de quedarnos una temporada por allí.
R: Bueno chicas, ¿qué tal?
G: Estábamos recordando cuando nos conocimos hace casi un año, cuando Selene estuvo con uno de sus hijos y se metieron sin pretenderlo en las revueltas de Vía Augusta, la carrera que nos dimos hasta hallarnos lejos de todo, yo te había conocido sólo dos días antes y era nuestra primera cita, ¿lo recuerdas?
R: Si, fue emocionante
Y con contundencia Roberto me miró
R: Selene tenemos que irnos aún nos queda mucho por hacer, me ha dado gusto volverte a ver.

Dejó dinero en la bandeja para pagar la cuenta y se levantó, entonces Giovina contrariada se disculpó y me dijo que ya me llamaría, que me pensara el ir a visitarlos a Barcelona porque Roberto pensaba volver a escribir ahora que estaba de nuevo en su casa y que ella tendría mucho tiempo libre para visitar la ciudad. En realidad era una invitación de súplica para que no la dejara sola en esta situación.

sábado, 23 de mayo de 2009

De vuelta a la vida ¿cotidiana?

Giovina se despidió con un beso y un hasta pronto.

No tenía nada que hacer en todo el día, y la investigación seguiría su curso, tenía la impresión de que pasaría algún tiempo sin saber nada del inspector Arribas. Volví a mi gimnasio, nada más entrar noté que todas las miradas se posaban en mi, el dueño del gimnasio, Jose Ángel, se acercó y me preguntó por mi salud, en un principio pensé que era porque me había ausentado mucho en los últimos meses, pero comprobé que su curiosidad iba más allá, me contó que la policía estuvo registrando mi taquilla y que habían interrogado a algunos incluido el, pero nadie sabía nada sobre mi vida. Nunca he sido dada a confiar mi vida a nadie, no hago muchos amigos y no me gustan los comentarios sobre otras personas, podría decirse que soy una persona reservada y tengo la tendencia a obedecer a mis instintos, los 'nuevos' en mi vida me tienen que entrar por los ojos, han de darme buenas vibraciones, incluso así, ha de pasar mucho tiempo para que pueda confiar si es que lo hago, y después de haber confiado en la falsa Violeta y en sus palabras me resultaba aún más difícil.

Al dueño del gimnasio (Jose Ángel) lo conocí cuando me apunté al gimnasio hace cuatro años y exceptuando el saludo diario por cortesía no hemos intercambiado más de cuatro palabras, lo que se de el es por mis compañeras de ejercicios, sobre todo de un par de ellas que bien podrían ganarse la vida en un programa de cotilleos, la información que tengo sobre el y mis impresiones coinciden en que es una persona que no es capaz de centrarse, que se toma la vida a la ligera y hace lo que le viene en gana, algunas veces le oí hablar de su mujer y de su hijo y sentí ganas de taparle la boca y que se tragara sus palabras, es un hombre encantador, todo lo encantador que le permiten el resto de las mujeres, ahora sus encantos estaban dirigidos a una brasileña de pocos escrúpulos, que aún sabiendo que es un hombre casado y padre de un niño no la importa mostrar sus 'cariños' en el gimnasio delante de todo el mundo, a veces he podido observar un poco de dignidad en el cuando intenta pararla los pies, lo último es qué está metido en un buen lío porque la brasileña le ha amenazado con contarle a su mujer su relación, según parece se ha crecido y pretende tenerle en exclusiva. Mónica una de las del gimnasio dice que es un estúpido porque va a salir de Málaga para meterse en Malagón, y que la brasileña en cuanto consiga una estabilidad económica que es lo que busca le va a poner los cuernos todos los días, - le estaría bien empleado, por cabrón -. Así qué cuando se dirigió a mi sentí un poco de lástima por el y mi curiosidad (antes inexistente en estos casos) me llevó a darle conversación, el quería saber cosas sobre mi vida y yo quería saber como había resuelto sus problemas.

Nos sentamos en las escaleras que daban a la calle y le conté por encima el lío en el que estaba metida, claro que sin dar detalles ni contar nada de los asesinatos ni de los diamantes, sólo que estaba colaborando en una investigación con la policía, que habían ido a recoger unos papeles de mi taquilla al no poder ir yo misma por estar fuera de la ciudad. Y, sin saber como Jose Ángel empezó a contarme que el estaba metido en un lío terrible, que estaba enamorado de su mujer y que quería muchísimo a su hijo, pero que una brasileña con la que tenía una aventura le tenía pillado.
- Lo peor es que no me apetece ni verla y mucho menos tener relaciones íntimas con ella, he empezado a tenerla manía, me resulta desagradable, ya no encuentro nada en ella que me atraiga a pesar de ser una mujer guapísima con un cuerpo de vértigo ha logrado despertar lo peor que hay en mi. Te juro que si salgo de esta no vuelvo a mirar a otra mujer que no sea la mía, me tiene amenazado, dice que si la dejo se lo contará a mi mujer y entonces la perderé, y estoy seguro de que es capaz de hacerlo, y no quiero perder a mi mujer y a mi hijo. Además ahora tengo que pasarla dinero y no se como justificarlo, cada vez es más difícil porque mi mujer lleva las cuentas. Creo que sólo una mujer como tu puede ayudarme, habla con ella por favor y haz que entre en razones. Sus palabras se atropellaban, hilaba unas frases con otras como podía, sus nervios le estaban delatando. Me dije a mi misma: si los hombres en el momento de seducir o dejarse seducir por otra mujer pensaran que lo mismo que está haciendo el lo hace otro y que es su mujer la que está siendo seducida se lo pensarían dos veces.

No sabía que decirle, sólo se me ocurrió algo así como: todo pecado tiene su penitencia, pero claro era lo mismo que no decirle nada de nada. Le previne de que jamás hablaría con la brasileña, que sólo faltaba que me metiera en otro lío porque estaba segura de que me metería y no saldría bien parada, y que lo único que podía hacer es intentar aconsejarle si estaba realmente arrepentido, y le advertí que no me hiciera perder el tiempo porque si me mentía y lo que quería era salir de esta para meterse en otra la que se enfadaría de verdad sería yo, me prometió que no me mentía, así que le di vueltas a mi cabecita y le dije: escucha bien: lo primero que tienes que hacer es cambiarte de casa, le dices a tu mujer que estas harto de tanto viaje y que has visto un piso cerca del trabajo que os vendría muy bien, como tu piso es alquilado no creo que tengas problemas, y la animas diciéndola que el colegio que hay en la misma calle es de los mejores para tu hijo, de esa manera la brasileña sólo podrá localizarte en el trabajo y no dejes que siga en el gimnasio, puedes hacerlo porque tienes reservado el derecho de admisión, tampoco la des más dinero, ya se cansará, incluso puede que tengas suerte y que en ese espacio de tiempo encuentre otro 'primo' y te deje en paz, pero sobre todo no le cuentes nada a tu mujer, al menos de momento. Le miré y me di cuenta que estaba desesperado de verdad porque me escuchaba sin perder detalle, decidí dar un tono más absoluto de auténtica reprimenda para que se lo tomara en serio y muy enfadada le dije: espero que hayas aprendido a mantener tus cojones guardados en la bragueta, ya sabes algunos polvos se convierten en lodos o más bien en arenas movedizas dónde te hundes. Me sorprendí diciéndole aquellas palabras pero surtieron efecto.

Nos habíamos pasado una hora hablando mientras el resto de compañeros hacían sus ejercicios. Me levanté y entré a hacer un poco de bicicleta, mientras pedaleaba me dije ¡Selene, vas de lío en lío desde hace algún tiempo, deberías parar un poco!.

jueves, 21 de mayo de 2009

De Roma a Barcelona

Querida Selene la próxima semana viajamos a Madrid, Roberto hace una presentación de su libro, nos gustaría verte, así que a ver sí haces un hueco en tu agenda. Me he decidido a escribirte otra carta para contarte todo lo que sucedió después del ingreso de Roberto en el hospital de Roma, creo que es justo que sepas el resto de la historia ya que te conté el principio.

Después de salir de San Gimignano me marché con Liuva a la finca de mis padres en Nápoles, mi hija y yo nos habíamos distanciado y ya apenas hablábamos el mismo idioma. Estuvimos sin dirigirnos la palabra durante horas, no podía creer lo que Luiva me había contado de Roberto, pero lo más extraño era lo poco que la importaba ya, no quería hablar del tema e insistía en qué lo olvidara y que yo no necesitaba complicarme la vida, que estaba mejor así. Pasamos unos días intentando sin apenas comunicarnos, mi cara debía ser como un homenaje a la desesperación, no podía comer ni tenía ánimo para nada, fue cuando Liuva comprendió su error y se sinceró conmigo, me dijo que si no quería volverla a hablar que lo comprendía, ¡como sí una madre no lo perdonara todo!. Estaba dispuesta a ser ella la que encontrara a Roberto como fuera y le haría volver.

Volvimos a San Gimignano, no sabíamos nada de Roberto, ni dónde localizarle, ni siquiera se nos ocurrió que pudiera seguir en el pueblo, nuestra idea fue recoger algo de ropa en nuestra casa y coger un avión para España, concretamente a Barcelona, pensando que Roberto se habría ido a su casa, por claro allí no había nadie, estábamos perdidas, pero como te conté en mi anterior carta la vida siempre te da una segunda oportunidad y la nuestra fue una llamada de la residencia universitaria de mi hija, nos dijeron que Roberto había ido a buscarnos allí y que no se pudieron poner en contacto con nosotras antes, nuestros móviles no tenían cobertura en la finca de mis padres.

Regresamos a Roma y preguntamos en todos los hoteles, pero Roberto no estaba en ninguno, entonces mi hija me dijo qué podíamos preguntar en los hoteles del pueblo que puede que se hubiera quedado en alguno y allí nos enteramos de lo sucedido, inmediatamente nos trasladamos al hospital donde estaba ingresado. Cuando entré en la habitación de aquel hotel sólo pensaba en como podía ayudar para que Roberto se recuperara y permanecí a su lado rezando como nunca antes en toda mi vida lo había hecho, pidiendo esa tan ansiada segunda oportunidad para los dos, mi vida sin el no tenía sentido.

Cuando Roberto se despertó y supe que se nos daba esa oportunidad me entró un hambre voraz.

Cuando terminé de leer la carta de Giovina comprobé que guardaba su número de teléfono en el móvil y la llamé.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Dos más de la banda

Mis ligaduras estaban firmemente sujetas, no había manera de soltarse, comprobé que el inspector Arribas se había tirado al suelo y se arrastraba hasta un escritorio, logró llegar hasta el y estaba intentando incorporarse, así que decidí hacer lo mismo, cuando llegué a su altura, permanecí incorporada boca abajo y el utilizó mi cuerpo de apoyo para incorporarse, yo me di la vuelta y vi un cutter entre entre las manos que tenía atadas a la espalda, no sabía como lo había logrado pero logró quitarse las ataduras de sus manos y se estaba quitando la mordaza de la boca, para después quitarse la ligaduras de los pies.

Después de quitarnos las mordazas y desatarnos el inspector Arribas nos dijo que permaneciéramos en silencio, sacó su móvil e hizo una llamada.

Para evitar sospechas, nos volvimos a colocar en la posición que estábamos, simulando seguir atados y amordazados. Gracias a Dios que lo hicimos porque a los pocos minutos entró una de las hermanas con otro hombre, debía ser el que estaba esperando nuestro 'amigo', echaron un vistazo. recogieron un maletín y volvieron a salir. Cada vez estábamos más nerviosos, el inspector nos había dicho que no tardaría en llegar la caballería como ocurrió en realidad, pero esos diez minutos fueron eternos.

Oímos voces en el exterior, aunque no adivinábamos lo que decían, supusimos que la policía estaba deteniendo a los autores del robo de los diamantes y cómplices de asesinato de al menos tres personas. El inspector Arribas se decidió a salir, nosotros íbamos detrás; efectivamente en la tienda estaban cuatro policías con los dos detenidos, una de las hermanas lloraba y se lamentaba por el destino de su madre.

Nos trasladamos todos a la comisaría para hacer una declaración y pasadas unas horas nos pudimos ir a casa, yo tenía que avisar si se ponían en contacto conmigo, se referirían a Andrés, ya que del resto no quedaba nadie, al menos que supiese, ¡ya sólo faltaba que mi primo estuviera implicado!.

Al llegar a casa, mis hijos estaban esperando en el salón, nos abrazamos y nos sentamos a hablar de todo lo sucedido ya que ellos no dejaban de preguntar. Aquella noche fue tranquila, todos pudimos dormir, y a la mañana siguiente mi familia salió de casa como había estado haciendo antes de todos estos acontecimientos, mi marido a su trabajo y mis hijos a la universidad, me quedé sola en casa y empecé a revisar el correo.

¡Increíble! el tiempo que pasé en aquella trastienda estuve pensando en la carta de Giovina y ahora delante de mí tenía otra. Me dio una gran alegría, dejé encima de la mesa del salón las demás, casi todas facturas, y me senté a leer.

martes, 19 de mayo de 2009

Fascículo nº 4: San Gimignano

Pensé en las distintas situaciones por las que tiene que pasar un ser humano hasta el día de su muerte, y como ésta puede ser tan inesperada como buscada. Estaba sentada, amordazada y atada de pies y manos al lado de mi marido y del inspector, en ese momento sólo era dueña de mis pensamientos, el dueño de mi vida o de mi muerte estab detrás de la puerta de la trastienda, pensé que mi muerte que podía estar próxima, y en la impotencia que sentía ante ese posible desenlace, era una decisión ajena a mi, tomada por otra persona para preservar sus ganancias, podía morir por unos euros como ya habían muerto otros, que desperdicio de vidas Dios mio, que inutilidad, no podía hacer nada y no tenía ningún deseo de morir, mi amor por la vida no había desaparecido, entonces recordé a mi amigo Roberto, una muerte que hubiera sido inútil como tantas otras, pero cuando las ilusiones se desvanecen y la miseria se apodera de tu alma acaba por dejar paso a la cobardía y se adueñe de tu ser y tu vida acaba convirtiéndose en nada, en el desapareció su amor por la vida. Roberto, era poeta, naturista y filósofo, un hombre que con su pluma honraba todos los géneros de escritos y que perdurará en la mente de aquellos para los que la lectura es un verdadero placer.

Conocí a Roberto y a Giovina en circunstancias adversas (pero esa es otra historia) y nuestra amistad apenas duró un mes, después desaparecieron dejando una profunda huella en mi. Hace unos días me enteré que se había publicado un libro de poesía de Roberto Losada Aranda, aparecía publicitado en una de las páginas de un diario nacional, Roberto llevaba a extremos su manera de ser, pero era puro de corazón, se acostumbró a escuchar sus virtudes y sus vicios de boca de los demás, y siempre sabía sacar lo mejor y lo peor de si mismo, como si la vida fuera un combate entre el bien y el mal. Desde luego era todo menos aburrido.

Recordé la carta que me había enviado Giovina hace dos días, adjuntándome el relato que le había dedicado a Roberto unos meses después de su recuperación.

‘Querida Selene, espero que disfrutes con este relato que te adjunto, y te sirva para intentar comprenderme y comprender la decisión de Roberto, que por precipitada estuvo equivocada, lo mismo que la pasión de madre que me movió a tomar la peor decisión de mi vida’, agradezco a Dios esta segunda oportunidad que nos ha dado a todos. Un saludo y todo mi cariño, Giovina

Malentendidos de Giovina Acciaio De Vizencci

En el hospital ya no quedaban más que puertas cerradas, detrás de las que enfermos y acompañantes guardaban silencio, el cruel silencio de la noche que desgarraba el aire y mientras, los enfermos esperaban, la esperanza era todo lo que quedaba en aquellas habitaciones tan impersonales y frías.

Una de las enfermeras pasó a la habitación para comprobar el estado del enfermo y para cambiar el suero que se había agotado, apenas si le miró, era uno más, parte de su trabajo. El que siempre había sido el centro de atención con su ingenio y sarcasmo y su tan admirada extravagancia, estaba postrado en una cama de hospital, ni siquiera había nadie acompañándole en sus últimos momentos; tanto egoísmo acumulado dieron al traste con todo lo que se movía a su alrededor y se había quedado con su soledad tan amada a veces y tan odiada ahora. Decía que la virtud y los vicios que necesitan ser guardados siempre no son dignos de tener centinela, así que estaba sólo sin centinela que le guardara. Durante toda su vida había rechazado un centinela, y daba rienda suelta a esos queridos vicios que hacían que olvidara todos los tormentos acumulados en su interior; se sentía tan pleno que no podía, no quería o no sabía controlarse, su desbordante imaginación creaba todos esos personajes tan ricos, tan llenos de vida y que tanto gustaban, y creaba poesía, cada palabra, cada línea… esos hermosos versos que nunca publicó, a pesar de ser su vocación la de poeta.

Hace dos semanas estaba en su querido San Gimignano, ese precioso pueblo toscano en el que había pasado los últimos seis meses, donde había vivido su historia de amor, su única historia de amor. Se trasladó a San Gimignano con Giovina quería conocer el Museo de la Tortura y la Piazza Duomo donde se desarrollaba la historia de los personajes de su última novela. Pasó más de cinco meses en casa de Giovina, pero desde hacía una semana estaba alojado en el hotel La Collegiata, un antiguo convento franciscano del siglo XVI. Desde su habitación situada en el antiguo claustro, se divisaban los campos de la región vinícola de Chianti. El que había amado tanto la naturaleza ahora no sentía nada al contemplar aquel maravilloso paisaje. Fue la noche del jueves cuando se cayó desplomado después de cenar, saboreando un Vernaccia de San Gimignano. Hacía días que no dormía, malcomía y no tenía ningún apego por su vida.

A pesar de no tener más que 37 años había tenido una vida tan intensa, tan vivida, que estaba seguro de poder controlar cualquier situación, pero los acontecimientos de los últimos días dieron al traste con todo, no quería seguir viviendo, ya no se gustaba, y lo peor de todo es que ya no gustaba a nadie, es decir ya no gustaba a Giovina, ya no le quería, se lo había dejado claro, no confiaba en el y no podía estar con una persona en la que no confiaba.

Nunca antes se había enamorado, estaba convencido que en su vida nunca existiría un gran amor, que su gran amor en realidad eran muchos pequeños amores; hasta que la conoció y comprendió que sería capaz de dejar de pensar en si mismo, que sería capaz de cualquier cosa por ella, ¡por fin había alguien más importante que el en su vida!. Nunca conoció a sus padres, no tenía hermanos y sus parientes nunca fueron más que eso, parientes, sus amigos y amigas le habían decepcionado, le acaparaban y lograron agobiarle hasta el extremo de no desear haberlos conocido, pero Giovina cambió tanto su vida que decidió contar su historia. por eso se había trasladado al pueblo natal de ella, allí vivieron una gran historia truncada hace sólo una semana cuando ella decidió abandonarle sin más, lo había dado todo, era la primera vez que se entregaba en cuerpo y alma, pero las sospechas de una mujer pueden ser devastadoras.

Giovina tenía una hija de veinte años que estudiaba en Roma, los fines de semana y en vacaciones venía a casa de su madre en San Gimignano, Liuva adoraba a su madre, había estado siempre a su lado. Desde que Giovina se divorció del padre de Liuva hace quince años no había estado con ningún otro hombre, al menos Liuva no conoció a ninguno, era la primera vez que su madre vivía con un hombre. Cuando Roberto y su madre llevaban conviviendo un mes apareció Liuva a pasar el fin de semana con ellos, Roberto estaba muy nervioso, quería ser aceptado por la hija de Giovina.

Después del fin de semana, la joven y desconfiada Liuva lo primero que hizo fue investigar a Roberto no se fiaba de el; y claro lo que descubrió no la gustó nada, su fama de mujeriego, sus vicios con el juego y el alcohol ... en realidad no encontró nada sobre Roberto Losada Aranda que la gustara.

Unas semanas después y con toda la información que tenía, decidió tomar cartas en el asunto y ponerle a prueba, no quería que su madre cometiera ‘el gran error de su vida’ y desde ese momento empezó a llamar a diario por teléfono, a veces cuando su madre no estaba, era parte de su plan, Roberto ajeno a todo, pensó que había sido bien aceptado, y que a Liuva le parecía muy bien que su madre hubiera encontrado al hombre que la amaba y con el que quería pasar el resto de su vida,. Hace unos días Liuva apareció sin avisar en casa, la acompañaba un amigo de la Universidad, Roberto se sorprendió al verla, no era fin de semana, ni festivo, ni nada, y sobre todo no había avisado. La acogió con alegría, pensando que Giovina se alegraría de verla cuando volviera del trabajo. Al cabo de una hora el amigo de Liuva se marchó y Luiva le dijo a Roberto que estaba cansada del viaje y que iba a darse una ducha para relajarse, Roberto siguió leyendo en su sofá frente a la ventana del salón esperando poder hablar con Liuva cuando saliera para contarla que sus planes eran pasar el resto de su vida con su madre y que esperaba que ella se sintiera tan feliz como ellos. A los diez minutos Liuva salió del baño con una simple toalla y empezó a coquetear con Roberto, a seducirle, a pesar de su mucha experiencia con las mujeres Roberto se vio atrapado, no sabía como apartar a la muchacha sin ofenderla, así qué permitió que se le acercara, y sólo cuando le intentó besar la apartó, ella se hizo la ofendida diciendo que era un falso y que el fin de semana que habían estado juntos el se había pasado el tiempo adulándola, diciéndola lo bonita y lo inteligente que era; Roberto no daba crédito a lo que estaba oyendo, la aclaró que el sólo había querido ser amable, y que en ningún momento pensó en ella más que como la hija de la mujer a la que amaba, a lo que Liuva le contestó que parecía sentirse muy cómodo adulando a las mujeres, seduciéndolas y le contó todo lo que había averiguado de su vida y desde luego que no iba a permitir que su madre compartiera la vida con el.

Roberto pensó que era mejor dejar correr el tiempo, y que con el tiempo comprendería que el amaba a Giovina y no tenía ninguna intención de hacerla sufrir, así que salió de la casa y se fue a buscar a Giovina al trabajo, no pensaba contarla nada de lo sucedido con Liuva y esperaba que Liuva tampoco lo hiciera, pero estaba en un tremendo error. Al volver con Giovina a casa, Liuva les estaba esperando sentada en el sofá con su amigo de la Universidad, saludó a su madre y la pidió que la acompañara a la habitación, que quería hablar con ella. Una media hora después Giovina estaba desencajada y le pidió que se marchara y que no volviera nunca más por aquella casa, y desde luego que no se pusiera en contacto con ella jamás; Roberto intentó abrir la boca para contarla lo sucedido pero Giovina le arrojó unas fotos a la cara en las que se veía a Liuva medio desnuda abrazada a el. Estaba claro, el amiguito de Liuva había tomado aquellas fotos unas horas antes cuando Luiva se le arrojó al cuello vestida con una simple toalla de baño.

Salió de la casa y se alojó en un hotel del pueblo, esperaba poder aclararle a Giovina que su hija le había tendido una trampa, era mejor esperar. Dejó pasar unos días y cuando pensó que Liuva ya se habría ido se acercó hasta la casa de Giovina pero había desaparecido sin dejar dirección alguna, Roberto estuvo intentando encontrarla en Roma donde vivía su hija, pero esta también se había ido, y en el pueblo todo el mundo hablaba del sinvergüenza que había seducido a la madre y a la hija, tuvo que aguantar las caras de asco de todos los que le rodeaban en aquel pueblo, hasta aquella noche del jueves que había tomado todos aquellos comprimidos.

Le trasladaron a un hospital de Roma donde pasó los momentos más perdidos de su vida, inconsciente y sedado . Despertó del infierno en el que había vivido y su vida comenzó, esa oportunidad tan buscada estaba delante de sus ojos, Giovina tenía su mano entre las suyas y sus ojos le dijeron todo lo que necesitaba oir.

En este momento y al recordar aquella carta me he dado cuenta que la vida siempre te da una segunda oportunidad, que siempre hay una posible salida. Recobré los ánimos e intenté soltar mis ataduras.

jueves, 14 de mayo de 2009

La joyería Ópalo

Recorrí la calle Alacalá, no tenía ni idea de lo que buscaba, entré en unas cuantas joyerías, las que permanecían abiertas; el miedo se había hecho dueño de los joyeros, no se fiaban de nadie, los atracos eran a cara descubierta y en pleno día, la maldita crisis era la dueña, y los atracadores habían perdido el miedo. En la joyería Opalo encontré lo que buscaba, me di cuenta nada más entrar. Detrás del mostrador estaba un hombre alto, moreno de ojos claros, y muy joven, su aspecto era más de relaciones públicas de la noche madrileña que de dependiente de una joyería.

- Buenos días, estoy buscando un regalo especial, quería un llavero de plata con un corazón partido en dos
La cara del hombre cambió de color, me miró detenidamente y me sonrió
- Esperaba a otra persona, disculpe un momento
Desapareció en la trastienda y al rato salió con una caja en las manos
- ¿Es esto lo que busca?
Abrió la caja que traía, y allí estaba, el llavero, el famoso llavero que se había llevado Andrés la noche anterior, ¡si que se había dado prisa en entregarlo!.
Intenté llevarme la caja y salir de allí sin más, me temblaban las manos y no quería que se diera cuenta, me iría directamente a la comisaría a entregarlo y no volvería por allí nunca más, pero no pude
- No tan deprisa, ha de decirme la contraseña para que pueda entregárselo
Tenía que pensar deprisa, no se me ocurría nada, así que le dije: más tarde vendrán por el, a mi me han enviado de avanzadilla, ¿de avanzadilla?, que estupidez, seguro que ahora sacaba un arma de debajo del mostrador, ¡estaba perdida!
- Muy bien, pues sí no quiere nada más...
Había colado, no me lo podía creer, sería mejor que saliera de allí lo antes posible, llamara al inspector Arribas y que el se ocupara del asunto. No sentía las piernas, bueno ni las piernas ni el resto del cuerpo, andaba por la calle como si flotara y temblaba como una hoja de papel agitada. Llamé al inspector Arribas, cuando hablé con el estaba con mi marido, vendrían los dos en menos de una hora.

Cuando llegaron, les estaba esperando en la puerta de la cafetería que estaba enfrente desde donde divisaba la joyería. Mi marido se abalanzó sobre mi, mirándome de arriba a abajo,
¿estas bien?, ¿dónde has estado?, no puedes seguir haciendo lo que te de la gana, no puedo aguantarlo más, se atragantaba con sus propias palabras; el inspector le pidió que se calmara, ahora teníamos algo más importante que solucionar.

En la joyería ya no estaba el hombre que me había atendido, ahora estaban dos señoras mayores, elegantemente vestidas y con aspecto de no haber roto un plato en su vida.
- Buenos días, quisiera ver al hombre que estaba aquí hace una hora
- Disculpe, no se a que se refiere (una de ellas se estaba dirigiendo a mi), aquí sólo estamos mi hermana y yo
- Pero hace una hora he estado con un hombre aquí mismo
- Imposible, nosotras no nos hemos movido de aquí desde que abrimos a las diez, es más son las primeras personas que han entrado hoy
Estaba claro, después de irme, seguro que sospechó que yo no era quién decía y se fue, pero ¿de dónde habían salido estas dos?, ¿dónde estaban cuando estuve aquí?, ¿las tenía secuestradas en el interior o serían cómplices también?

En ese momento el inspector enseñó su placa y tomó la palabra, ¿las importaría que pasara al interior a echar un vistazo?
- Lo siento inspector pero no se nos ha acusado de nada y sin una orden de registro..., comprenda que no nos fiemos de nadie con la cantidad de atracos que hay en esta zona, su placa podría ser falsa y ustedes atracadores
- Señoras por favor, ni somos atracadores, ni mi placa es falsa, y si tenemos que quedarnos aquí hasta que llegue la orden de registro aquí nos quedaremos se lo puedo asegurar
- Está bien, pase usted, pero usted sólo
El inspector Arribas desapareció con una de las hermanas en la trastienda, a los dos minutos la otra hermana nos encañonó a mi marido y a mi y nos hizo pasar al interior; allí estaba el inspector atado de pies y manos y el hombre que estaba en la joyería cuando llegué me saludó con una sonrisa:
Hola Selene, nos vemos de nuevo, ¿has regresado por el corazón?
Se sabía mi nombre, por tanto había estando haciendo el paripé todo el tiempo y yo había sido una estúpida una vez más
- Sí me permiten..., nos señaló unas sillas para que nos sentáramos y pudiera atarnos lo mismo que había hecho con el inspector

No se preocupen, sus vidas no corren peligro, y ustedes dos (se dirigió a las dos hermanas) sigan haciendo lo que les diga podrán volver a ver a su anciana madre sana y salva. Tenemos que esperar un par de horas, después me iré por dónde vine, pero antes he de recoger un pequeño maletín a cambio de este maravillosos llavero, ¿comprenden?

Nada más salir al exterior el tal Carlos (así se presentó) empezaron a sonar los móviles, como sí se hubiesen puesto de acuerdo, el mío lo tenía en el bolso, ahora tirado en el suelo, el de mi marido en su chaqueta y el del inspector en la suya, ninguno de los tres teníamos acceso a ellos. Me entró una risa nerviosa que nadie comprendió, estaba pensando en las películas de cine negro, para mi las mejores, pensé que una situación así sería inverosímil, pensé en como se las habría ingeniado el guionista con tanta tecnología, la situación tenía su comicidad, si entraba alguien en la tienda se sorprendería al oír sonar móviles con distintas melodías sin que nadie atendiera las llamadas, era realmente cómico, una siniestra melodía mezcla de politonos.

Pensé en mi vida tan 'normalita' hasta el día de aquella fiesta en la casa de Violeta, tan llena de situaciones 'normales', ni completamente feliz, ni plenamente desgraciada, con una opinión forjada de que todos somos iguales, ignorando que en el mundo también hay malas personas, sin altibajos, sin honores; claro qué ¿para que demonios me iban a servir los honores? me había visto arrastrada (o me había arrastrado a mi misma) hacia un mundo desconocido, llevado a extremos sin el más mínimo atisbo de pureza de intenciones.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Dulce hogar

Paré el primer taxi que pasó y me fui a casa. Todo estaba en calma, reinaba el silencio, tuve la sensación de estar invadiendo un hogar que ya no me pertenecía, ¿como era posible que estuvieran durmiendo plácidamente sin saber nada de mi?, me imaginaba que no habría nadie y que estarían buscándome como locos, pero estaban en la cama como si nada. Puede que me hubiera vuelto un poco egoísta, me dieron ganas de no llamar a nadie y desaparecer de allí para no volver.
El día de la madre, ¿qué días del año no son de la madre? desde el mismo momento del parto, incluso antes, durante el embarazo son días de la madre, por eso primero es la madre, después la madre de la madre... y así hasta que la muerte rompe el cordón umbilical. Los hombres pasan de la madre a la esposa y a la hija, necesitan siempre toques maternales, tolerantes, delicados y dulces.

¿Culpamos siempre a la educación de esa maldita sensación de culpa que le queda a una mujer cuando piensa que ha descuidado a sus hijos aunque sea por un solo instante?, siempre que una mujer piensa en sí misma antes que en sus hijos se le hace un nudo en el corazón que la impide respirar, por eso no lo hace, no quiere pasar po ese terrible dolor en el alma y lo cambia por el sacrificio diario, lo cambia por una sonrisa o un abrazo, es una lucha diaria que batalla en su interior, lucha que no existe en al caso de los padres, siempre con los pies en la tierra, - TE DOY, SI ME DAS - aquí no hay nada gratis; sólo una madre espera, no exige.

Al deseo, acompañado de la idea de satisfacerse, se le denomina esperanza; despojado de tal idea, desesperación. Por eso estaba desesperada, ni un ramo de rosas, ni una tarjeta, nada de nada de lo tópico y típico como bienvenida. Deseaba tanto que mis hijos estuvieran esperándome, pensaba que sí a alguno de ellos les ocurriera algo yo no podría estar tranquila, y mucho menos dormir toda la noche como si nada.

Algo había cambiado en mi interior, en mis sentimientos, es como si hubiera compartido mi vida con extraños, dejando pasar el tiempo, y ahora ¿qué?...

Sonó el teléfono un par de veces, esperé a que alguien contestara. Mi marido había descolgado el teléfono en el dormitorio, estaba hablando pero no entendí nada de lo que dijo. A los cinco minutos apareció en el salón camino de la cocina, no me había visto, así que decidí seguirle para ver qué hacía.

Se preparó café y con la taza en a mano volvió al dormitorio. Llevaba 22 años casada con un hombre del que no sabía nada, demasiado tranquilo, puede que nuestro amor se muriera hace años y no nos hubiésemos dado cuenta, lo cierto es que después de una experiencia como la que acababa de vivir al volver a casa querría abrazar al hombre de mi vida y que este me acogiera con alegría desbordante, pero no tenía ninguna gana de abrazarle, ni siquiera de hablar con el, estaba esperando a mis hijos, a que se levantaran y poder contarles lo ocurrido, poder contar con ellos. Oí la ducha del baño de mi dormitorio, entonces entré y vi a ropa de mi marido encima de la cama como hacía siempre. Esperé a qué saliera de casa, no tuve ni la curiosidad de saber quién había llamado por teléfono.
En la cocina había una nota dirigida a mis hijos:
Ha llamado el inspector Arribas, quiere verme, ya os llamaré por teléfono, besos, papá
Al lado de la nota de mi marido dejé otra:
Queridos hijos, ya he visto la nota de papa, no he querido despertaros, os dejo esta nota para que sepáis que estoy bien, tuve algunos problemas pero ya estoy fuera de todo, decidle al inspector que el hombre que busca ha salido de España esta mañana, y que busque en un edificio de las afueras, encontrará el cadáver de Violeta (o como se llame), sólo puedo decir que está en el sur de la ciudad en un polígono industrial, es un edificio abandonado, pero que no vi el nombre de la calle. Tengo que salir, ya os llamaré, os quiero, mamá
PD: Se me olvidaba, decidle también que se ha llevado los diamantes (los tenía yo)., y que ya les llamaré, a papá y a el.

Me hubiese gustado poner que lo de papá preocupado era una tontería porque ya había visto con mis propios ojos que dormía a pierna suelta.

No tenía ni idea de cómo me saldrían las cosas, pero tenía claro que no se iban a quedar así. Cuando Andrés pensaba que estaba dormida escuché una conversación en la que se citaba en una joyería de la calle Alcalá.

Entré en el cibercafé de al lado de casa y me conecté a internet para ver cuantas joyerías había en la calle Alcalá.