martes, 19 de mayo de 2009

Fascículo nº 4: San Gimignano

Pensé en las distintas situaciones por las que tiene que pasar un ser humano hasta el día de su muerte, y como ésta puede ser tan inesperada como buscada. Estaba sentada, amordazada y atada de pies y manos al lado de mi marido y del inspector, en ese momento sólo era dueña de mis pensamientos, el dueño de mi vida o de mi muerte estab detrás de la puerta de la trastienda, pensé que mi muerte que podía estar próxima, y en la impotencia que sentía ante ese posible desenlace, era una decisión ajena a mi, tomada por otra persona para preservar sus ganancias, podía morir por unos euros como ya habían muerto otros, que desperdicio de vidas Dios mio, que inutilidad, no podía hacer nada y no tenía ningún deseo de morir, mi amor por la vida no había desaparecido, entonces recordé a mi amigo Roberto, una muerte que hubiera sido inútil como tantas otras, pero cuando las ilusiones se desvanecen y la miseria se apodera de tu alma acaba por dejar paso a la cobardía y se adueñe de tu ser y tu vida acaba convirtiéndose en nada, en el desapareció su amor por la vida. Roberto, era poeta, naturista y filósofo, un hombre que con su pluma honraba todos los géneros de escritos y que perdurará en la mente de aquellos para los que la lectura es un verdadero placer.

Conocí a Roberto y a Giovina en circunstancias adversas (pero esa es otra historia) y nuestra amistad apenas duró un mes, después desaparecieron dejando una profunda huella en mi. Hace unos días me enteré que se había publicado un libro de poesía de Roberto Losada Aranda, aparecía publicitado en una de las páginas de un diario nacional, Roberto llevaba a extremos su manera de ser, pero era puro de corazón, se acostumbró a escuchar sus virtudes y sus vicios de boca de los demás, y siempre sabía sacar lo mejor y lo peor de si mismo, como si la vida fuera un combate entre el bien y el mal. Desde luego era todo menos aburrido.

Recordé la carta que me había enviado Giovina hace dos días, adjuntándome el relato que le había dedicado a Roberto unos meses después de su recuperación.

‘Querida Selene, espero que disfrutes con este relato que te adjunto, y te sirva para intentar comprenderme y comprender la decisión de Roberto, que por precipitada estuvo equivocada, lo mismo que la pasión de madre que me movió a tomar la peor decisión de mi vida’, agradezco a Dios esta segunda oportunidad que nos ha dado a todos. Un saludo y todo mi cariño, Giovina

Malentendidos de Giovina Acciaio De Vizencci

En el hospital ya no quedaban más que puertas cerradas, detrás de las que enfermos y acompañantes guardaban silencio, el cruel silencio de la noche que desgarraba el aire y mientras, los enfermos esperaban, la esperanza era todo lo que quedaba en aquellas habitaciones tan impersonales y frías.

Una de las enfermeras pasó a la habitación para comprobar el estado del enfermo y para cambiar el suero que se había agotado, apenas si le miró, era uno más, parte de su trabajo. El que siempre había sido el centro de atención con su ingenio y sarcasmo y su tan admirada extravagancia, estaba postrado en una cama de hospital, ni siquiera había nadie acompañándole en sus últimos momentos; tanto egoísmo acumulado dieron al traste con todo lo que se movía a su alrededor y se había quedado con su soledad tan amada a veces y tan odiada ahora. Decía que la virtud y los vicios que necesitan ser guardados siempre no son dignos de tener centinela, así que estaba sólo sin centinela que le guardara. Durante toda su vida había rechazado un centinela, y daba rienda suelta a esos queridos vicios que hacían que olvidara todos los tormentos acumulados en su interior; se sentía tan pleno que no podía, no quería o no sabía controlarse, su desbordante imaginación creaba todos esos personajes tan ricos, tan llenos de vida y que tanto gustaban, y creaba poesía, cada palabra, cada línea… esos hermosos versos que nunca publicó, a pesar de ser su vocación la de poeta.

Hace dos semanas estaba en su querido San Gimignano, ese precioso pueblo toscano en el que había pasado los últimos seis meses, donde había vivido su historia de amor, su única historia de amor. Se trasladó a San Gimignano con Giovina quería conocer el Museo de la Tortura y la Piazza Duomo donde se desarrollaba la historia de los personajes de su última novela. Pasó más de cinco meses en casa de Giovina, pero desde hacía una semana estaba alojado en el hotel La Collegiata, un antiguo convento franciscano del siglo XVI. Desde su habitación situada en el antiguo claustro, se divisaban los campos de la región vinícola de Chianti. El que había amado tanto la naturaleza ahora no sentía nada al contemplar aquel maravilloso paisaje. Fue la noche del jueves cuando se cayó desplomado después de cenar, saboreando un Vernaccia de San Gimignano. Hacía días que no dormía, malcomía y no tenía ningún apego por su vida.

A pesar de no tener más que 37 años había tenido una vida tan intensa, tan vivida, que estaba seguro de poder controlar cualquier situación, pero los acontecimientos de los últimos días dieron al traste con todo, no quería seguir viviendo, ya no se gustaba, y lo peor de todo es que ya no gustaba a nadie, es decir ya no gustaba a Giovina, ya no le quería, se lo había dejado claro, no confiaba en el y no podía estar con una persona en la que no confiaba.

Nunca antes se había enamorado, estaba convencido que en su vida nunca existiría un gran amor, que su gran amor en realidad eran muchos pequeños amores; hasta que la conoció y comprendió que sería capaz de dejar de pensar en si mismo, que sería capaz de cualquier cosa por ella, ¡por fin había alguien más importante que el en su vida!. Nunca conoció a sus padres, no tenía hermanos y sus parientes nunca fueron más que eso, parientes, sus amigos y amigas le habían decepcionado, le acaparaban y lograron agobiarle hasta el extremo de no desear haberlos conocido, pero Giovina cambió tanto su vida que decidió contar su historia. por eso se había trasladado al pueblo natal de ella, allí vivieron una gran historia truncada hace sólo una semana cuando ella decidió abandonarle sin más, lo había dado todo, era la primera vez que se entregaba en cuerpo y alma, pero las sospechas de una mujer pueden ser devastadoras.

Giovina tenía una hija de veinte años que estudiaba en Roma, los fines de semana y en vacaciones venía a casa de su madre en San Gimignano, Liuva adoraba a su madre, había estado siempre a su lado. Desde que Giovina se divorció del padre de Liuva hace quince años no había estado con ningún otro hombre, al menos Liuva no conoció a ninguno, era la primera vez que su madre vivía con un hombre. Cuando Roberto y su madre llevaban conviviendo un mes apareció Liuva a pasar el fin de semana con ellos, Roberto estaba muy nervioso, quería ser aceptado por la hija de Giovina.

Después del fin de semana, la joven y desconfiada Liuva lo primero que hizo fue investigar a Roberto no se fiaba de el; y claro lo que descubrió no la gustó nada, su fama de mujeriego, sus vicios con el juego y el alcohol ... en realidad no encontró nada sobre Roberto Losada Aranda que la gustara.

Unas semanas después y con toda la información que tenía, decidió tomar cartas en el asunto y ponerle a prueba, no quería que su madre cometiera ‘el gran error de su vida’ y desde ese momento empezó a llamar a diario por teléfono, a veces cuando su madre no estaba, era parte de su plan, Roberto ajeno a todo, pensó que había sido bien aceptado, y que a Liuva le parecía muy bien que su madre hubiera encontrado al hombre que la amaba y con el que quería pasar el resto de su vida,. Hace unos días Liuva apareció sin avisar en casa, la acompañaba un amigo de la Universidad, Roberto se sorprendió al verla, no era fin de semana, ni festivo, ni nada, y sobre todo no había avisado. La acogió con alegría, pensando que Giovina se alegraría de verla cuando volviera del trabajo. Al cabo de una hora el amigo de Liuva se marchó y Luiva le dijo a Roberto que estaba cansada del viaje y que iba a darse una ducha para relajarse, Roberto siguió leyendo en su sofá frente a la ventana del salón esperando poder hablar con Liuva cuando saliera para contarla que sus planes eran pasar el resto de su vida con su madre y que esperaba que ella se sintiera tan feliz como ellos. A los diez minutos Liuva salió del baño con una simple toalla y empezó a coquetear con Roberto, a seducirle, a pesar de su mucha experiencia con las mujeres Roberto se vio atrapado, no sabía como apartar a la muchacha sin ofenderla, así qué permitió que se le acercara, y sólo cuando le intentó besar la apartó, ella se hizo la ofendida diciendo que era un falso y que el fin de semana que habían estado juntos el se había pasado el tiempo adulándola, diciéndola lo bonita y lo inteligente que era; Roberto no daba crédito a lo que estaba oyendo, la aclaró que el sólo había querido ser amable, y que en ningún momento pensó en ella más que como la hija de la mujer a la que amaba, a lo que Liuva le contestó que parecía sentirse muy cómodo adulando a las mujeres, seduciéndolas y le contó todo lo que había averiguado de su vida y desde luego que no iba a permitir que su madre compartiera la vida con el.

Roberto pensó que era mejor dejar correr el tiempo, y que con el tiempo comprendería que el amaba a Giovina y no tenía ninguna intención de hacerla sufrir, así que salió de la casa y se fue a buscar a Giovina al trabajo, no pensaba contarla nada de lo sucedido con Liuva y esperaba que Liuva tampoco lo hiciera, pero estaba en un tremendo error. Al volver con Giovina a casa, Liuva les estaba esperando sentada en el sofá con su amigo de la Universidad, saludó a su madre y la pidió que la acompañara a la habitación, que quería hablar con ella. Una media hora después Giovina estaba desencajada y le pidió que se marchara y que no volviera nunca más por aquella casa, y desde luego que no se pusiera en contacto con ella jamás; Roberto intentó abrir la boca para contarla lo sucedido pero Giovina le arrojó unas fotos a la cara en las que se veía a Liuva medio desnuda abrazada a el. Estaba claro, el amiguito de Liuva había tomado aquellas fotos unas horas antes cuando Luiva se le arrojó al cuello vestida con una simple toalla de baño.

Salió de la casa y se alojó en un hotel del pueblo, esperaba poder aclararle a Giovina que su hija le había tendido una trampa, era mejor esperar. Dejó pasar unos días y cuando pensó que Liuva ya se habría ido se acercó hasta la casa de Giovina pero había desaparecido sin dejar dirección alguna, Roberto estuvo intentando encontrarla en Roma donde vivía su hija, pero esta también se había ido, y en el pueblo todo el mundo hablaba del sinvergüenza que había seducido a la madre y a la hija, tuvo que aguantar las caras de asco de todos los que le rodeaban en aquel pueblo, hasta aquella noche del jueves que había tomado todos aquellos comprimidos.

Le trasladaron a un hospital de Roma donde pasó los momentos más perdidos de su vida, inconsciente y sedado . Despertó del infierno en el que había vivido y su vida comenzó, esa oportunidad tan buscada estaba delante de sus ojos, Giovina tenía su mano entre las suyas y sus ojos le dijeron todo lo que necesitaba oir.

En este momento y al recordar aquella carta me he dado cuenta que la vida siempre te da una segunda oportunidad, que siempre hay una posible salida. Recobré los ánimos e intenté soltar mis ataduras.

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