miércoles, 13 de mayo de 2009

Dulce hogar

Paré el primer taxi que pasó y me fui a casa. Todo estaba en calma, reinaba el silencio, tuve la sensación de estar invadiendo un hogar que ya no me pertenecía, ¿como era posible que estuvieran durmiendo plácidamente sin saber nada de mi?, me imaginaba que no habría nadie y que estarían buscándome como locos, pero estaban en la cama como si nada. Puede que me hubiera vuelto un poco egoísta, me dieron ganas de no llamar a nadie y desaparecer de allí para no volver.
El día de la madre, ¿qué días del año no son de la madre? desde el mismo momento del parto, incluso antes, durante el embarazo son días de la madre, por eso primero es la madre, después la madre de la madre... y así hasta que la muerte rompe el cordón umbilical. Los hombres pasan de la madre a la esposa y a la hija, necesitan siempre toques maternales, tolerantes, delicados y dulces.

¿Culpamos siempre a la educación de esa maldita sensación de culpa que le queda a una mujer cuando piensa que ha descuidado a sus hijos aunque sea por un solo instante?, siempre que una mujer piensa en sí misma antes que en sus hijos se le hace un nudo en el corazón que la impide respirar, por eso no lo hace, no quiere pasar po ese terrible dolor en el alma y lo cambia por el sacrificio diario, lo cambia por una sonrisa o un abrazo, es una lucha diaria que batalla en su interior, lucha que no existe en al caso de los padres, siempre con los pies en la tierra, - TE DOY, SI ME DAS - aquí no hay nada gratis; sólo una madre espera, no exige.

Al deseo, acompañado de la idea de satisfacerse, se le denomina esperanza; despojado de tal idea, desesperación. Por eso estaba desesperada, ni un ramo de rosas, ni una tarjeta, nada de nada de lo tópico y típico como bienvenida. Deseaba tanto que mis hijos estuvieran esperándome, pensaba que sí a alguno de ellos les ocurriera algo yo no podría estar tranquila, y mucho menos dormir toda la noche como si nada.

Algo había cambiado en mi interior, en mis sentimientos, es como si hubiera compartido mi vida con extraños, dejando pasar el tiempo, y ahora ¿qué?...

Sonó el teléfono un par de veces, esperé a que alguien contestara. Mi marido había descolgado el teléfono en el dormitorio, estaba hablando pero no entendí nada de lo que dijo. A los cinco minutos apareció en el salón camino de la cocina, no me había visto, así que decidí seguirle para ver qué hacía.

Se preparó café y con la taza en a mano volvió al dormitorio. Llevaba 22 años casada con un hombre del que no sabía nada, demasiado tranquilo, puede que nuestro amor se muriera hace años y no nos hubiésemos dado cuenta, lo cierto es que después de una experiencia como la que acababa de vivir al volver a casa querría abrazar al hombre de mi vida y que este me acogiera con alegría desbordante, pero no tenía ninguna gana de abrazarle, ni siquiera de hablar con el, estaba esperando a mis hijos, a que se levantaran y poder contarles lo ocurrido, poder contar con ellos. Oí la ducha del baño de mi dormitorio, entonces entré y vi a ropa de mi marido encima de la cama como hacía siempre. Esperé a qué saliera de casa, no tuve ni la curiosidad de saber quién había llamado por teléfono.
En la cocina había una nota dirigida a mis hijos:
Ha llamado el inspector Arribas, quiere verme, ya os llamaré por teléfono, besos, papá
Al lado de la nota de mi marido dejé otra:
Queridos hijos, ya he visto la nota de papa, no he querido despertaros, os dejo esta nota para que sepáis que estoy bien, tuve algunos problemas pero ya estoy fuera de todo, decidle al inspector que el hombre que busca ha salido de España esta mañana, y que busque en un edificio de las afueras, encontrará el cadáver de Violeta (o como se llame), sólo puedo decir que está en el sur de la ciudad en un polígono industrial, es un edificio abandonado, pero que no vi el nombre de la calle. Tengo que salir, ya os llamaré, os quiero, mamá
PD: Se me olvidaba, decidle también que se ha llevado los diamantes (los tenía yo)., y que ya les llamaré, a papá y a el.

Me hubiese gustado poner que lo de papá preocupado era una tontería porque ya había visto con mis propios ojos que dormía a pierna suelta.

No tenía ni idea de cómo me saldrían las cosas, pero tenía claro que no se iban a quedar así. Cuando Andrés pensaba que estaba dormida escuché una conversación en la que se citaba en una joyería de la calle Alcalá.

Entré en el cibercafé de al lado de casa y me conecté a internet para ver cuantas joyerías había en la calle Alcalá.

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