domingo, 29 de marzo de 2009

El 'manitas' en la basura

Estaba tan cansada que no podía pensar, el miedo había desaparecido, no temía por mi vida. Le dije a mi compañero de pasillo que necesitaba salir de allí aunque sabía que me lo impedirían. Me retiré al otro extremo del pasillo, no quería saber nada más de aquella historia, ya estaba cansándome, necesitaba poner en orden mis pensamientos y no sólo respecto a aquel lío tan absurdo en el que me involucraron.

No sabía nada de mi marido ni de mis hijos, no sabía si me importaba o no, y aquello me asusto. Ellos, siempre preocupados de ellos mismos, mi marido, de sus problemas, de su propio mundo interior, y al que no le afectaban los problemas de sus hijos porque estos no tenían derecho de réplica, recordándoles siempre lo mucho que hacía por ellos, y pensando que no tenían ningún derecho a sufrir ni a quejarse con 'todo lo que tenían', mis hijos, en su mundo, en su complejo mundo de adolescentes, adoleciendo de casi todo, y yo, en medio, en medio de todo aquel maremagnum. A veces me preguntaba sí realmente les importaba a alguno de ellos mi vida, o sí realmente me veían más allá de mis quehaceres cotidianos, creo que nunca pensaron que podría tener una vida propia, la mía estaba dedicada a ellos y para ellos.


Una vez intenté que comprendieran que debían colaborar en casa. Les decía: el problema de la visualización del propio ombligo es una enfermedad que hay que atacarla desde el principio, no dejar que vaya a más, porque llega un momento en el que el ombligo crece desmesuradamente y no deja que veas nada más allá de él, y todo es una queja constante, un lamento. El ombligo es feroz, no permitirá que disfrutes de nada, no te permitirá ver lo bueno de tu vida, sólo te permitirá los 'peros', 'peros' para todo, al final se hará contigo, y para evitarlo decidirás estirparte tu ombligo, el gran culpable, pero morirás desangrado.

Mi marido y mis hijos me miraban sin comprender nada de lo que les había dicho, como si me hubiese vuelto loca, y todo quedo resumido a: - contrata a alguien para que te ayude en casa -.


Llevaba más de una hora esperando, por fin salió un policía y nos dijo que pasáramos (Carlos y yo) al despacho que estaba a final de pasillo, nos levantamos y le seguimos.
- Pueden sentarse, ¿ustedes dos se conocían?
Contestamos al unísono
- ¡No!
- Está bien, veamos si podemos aclarar un poco esta situación hasta que llegue e inspector Arribas, no creo que tarde
- ¿Han avisado a mi familia?, no he podido hablar por teléfono con ellos
- Sí, no se preocupe, ellos están avisados, su marido creo que viene con el inspector

Nos trasladaron a una sala en la que un taquígrafo tomó nota de nuestra declaración, después de firmarlas salimos de allí para ir de nuevo al despacho del jefe de policía donde estaban mi marido, el inspector Arribas y un hombre de unos cuarenta años que no conocía. Carlos se dirigió hasta el, supuse que sería el hermano de su amiga, la que habían atropellado.

El inspector Arribas se dirigió a Carlos y al otro hombre:
- Mi más sentido pésame caballeros. Pueden irse cuando quieran. Después se dirigió a mi:
- Hola Selene, ¿comprende ahora que no debe hacer nada por su cuenta?, para eso estamos nosotros, está poniendo su vida en peligro, por no hablar de que puede dar con nuestra operación al traste. Esta misma tarde se van usted y su marido a Madrid, y se olvida de hacer nada a no ser que la necesitemos, ¿de acuerdo?

Estaba tan cansada que ni siquiera conteste, era la primera que quería salir de allí lo antes posible.

Mi marido había decidido no dirigirme la palabra, estaba realmente enfadado. Cuando salimos de la comisaría me dijo: ya hablaremos en casa, y no volvió a dirigirse a mi.

Una semana después de mi regreso de Madeira, leyendo el periódico en el desayuno descubrí la foto del 'padre de Violeta' al lado del titular:
Nicola Talic, conocido con el sobrenombre de ' el manitas' en la basura


Madrid.
En la madrugada de ayer, apareció muerto Nicola Talic, su cuerpo estaba en un contenedor de basura en un polígono industrial de las afueras de la ciudad, el famoso 'manitas', apodado así por su habilidad en el manejo de piedras preciosas, estaba siendo vigilado por la policía desde hace meses, se cree que estaba implicado en el asesinato de Boris, otro de los componentes de la red, así como en el de su compañera Fana
Sejdiu que fue atropellada la semana pasada en la isla de Madeira. Se teme que esta red de traficantes de diamantes que opera en toda Europa puedan salir del país después de los últimos acontecimientos.

Estaban cayendo como moscas, sólo Violeta se estaba librando, la policía tenía detenido al conserje del hospital, Boris y los supuestos padres de Violeta estaban muertos, sólo quedaba ella, y ahora iría a por mí, no me perdonaría haberla robado los diamantes de los llaveros. La policía no sospechaba que cambié los diamantes por cristales, nadie sospechaba de mi, y yo tenía diamantes por valor de dos millones de euros en mi casa, tenía que sacarlos de allí, Violeta no tardaría en atar cabos sueltos, y mi familia podría estar en peligro.

sábado, 28 de marzo de 2009

Víctima inocente

Me pidieron que esperara, estaba sentada en el pasillo de la comisaría, al lado de un hombre con la cara desencajada que miraba constantemente a ambos lados esperando a que alguien se le acercara, daba la impresión que estaba desesperado esperando noticias.

- Hola, me llamo Carlos Gómez de Diego, soy español, de Santander, ¿es usted española?
Hacía tiempo que no veía a nadie tan nervioso.
- Sí, soy de Madrid, mi nombre es Selene (lo de los apellidos me pareció dar demasiada información a un desconocido)
- Estoy perdido, me han robado todo lo que tenía, y me han dejado con lo puesto
Esbocé una sonrisa, me resultaba familiar
- Se ha convertido en costumbre, lo de dejarte con lo puesto, yo estoy en su misma situación
- No lo creo, yo he sido testigo de un crimen, y ahora piensan que formo parte de una trama
- Pensé que no sería mala idea olvidarme por un momento de mis problemas, así que le animé para que me contara su historia.
- Llegué ayer por la mañana con una amiga, queríamos pasar unos días tranquilos y descansar un poco. Nos registramos en el hotel y nos fuimos a dar una vuelta por la isla, queríamos comer en un restaurante que nos habían recomendado y después volveríamos al hotel para una buena siesta. Todo se torció, y ahora mi amiga y esa mujer están muertas, nosotros no la conocíamos, nos paró en plena calle y nos pidió ayuda.

Se puso a llorar, intentó taparse con las manos, pero una de ellas la tenía cerrada y lo que parecía un llavero colgaba de ella. Me quedé atónita cuando descubrí lo que llevaba en la mano que tenía cerrada, por uno de los laterales colgaba una parte de uno de los llaveros, el que llevaba la 'V' grabada, ¡eran los mismos!, no podía ser casualidad, y menos que existieran otros llaveros iguales. Esperé a que se desahogara, le puse la mano sobre el hombro y le pedí que me enseñara lo que llevaba en la mano.
- Son unos llaveros, se los arrojaron a la mujer desde el coche, después de atropellarla
- Eran los llaveros de Violeta, los abrí, y no había nada dentro
- ¿Conocías estos llaveros?
- Sí, eran de una conocida mía
- Entonces, ¿conoces a la mujer que han atropellado?
- No lo se, ¿como era?
Me di cuenta que no había sentido, ni frío, ni calor, mis sentimientos habían dado un giro de 360º, la otra vez cuando pensé que había muerto se me desgarró el alma, y ahora, nada.
- Era una mujer de unos sesenta años, con el pelo canoso, delgada, vestía con un traje azul oscuro
Era la 'falsa madre' de Violeta
- ¿Viste quién conducía e coche?
- Sí, una mujer joven, de unos treinta y tantos
- ¿Iba sola?
- Sí, huyó a toda velocidad. ¿Podrás aclarar a la policía quienes eran?, yo debería haber ido a buscar al hermano de mi amiga ....
Y entonces se me quedó mirando como sí me viera por primera vez, como sí no hubiese reparado en mí hasta ahora
- ¡Dios mío!, te pareces muchísimo a mi amiga María, es más lleváis la misma ropa, vaqueros, un polo azul claro y zapatillas deportivas, la misma estatura , el mismo color de pelo ...
- ¿Nos habían confundido?, por supuesto, estaba claro, Violeta había intentado asesinarme, ¿pensaría que lo habría logrado?, y ¿por qué mató a su supuesta madre?, y, ¿dónde estaría ahora su 'padre'?. Cuando me dejaron tirada en la carretera iban los tres en el coche.

Me levanté y me dirigí al despacho del jefe de policía, tenía que contarle lo que acababa de descubrir, pero antes de llegar, un policía me paró y me dijo que esperara a que me llamaran.

Volví a mi silla, y le pedí a Carlos que siguiera contándome lo que había sucedido.
- Ya te he dicho que una mujer se acercó a nosotros y nos pidió ayuda, nos pidió dinero para un taxi. Nos contó que se había dejado el bolso en el autobús y necesitaba llegar a su casa. A nosotros nos pareció que decía la verdad, María abrió su bolso para sacar dinero, y entonces apareció el coche 'no se sabe de dónde' y se las llevó por delante. No se pudo hacer nada por ninguna, el impacto fue terrible. No puedo olvidar el sonido de sus cabezas contra el suelo cuando cayeron. Esto es una pesadilla.
- Me temo que su amiga ha sido una víctima inocente, debieron confundirla conmigo.

jueves, 26 de marzo de 2009

La casa de Diego Colón

El sol se estaba poniendo, y no me había encontrado a nadie en el camino que cruza la carretera, por el que me adentré, cuando me abandonaron. Tomé el de la derecha por eso del 'todo derecho' que rezan todos aquellos a quienes se les pregunta por una dirección cuando se está perdido. A un par de kilómetros vi un pueblecito y el mar. ¡Salvada!, - cuando llegue al pueblo llamaré por teléfono y vendrán a buscarme-, estoy sin dinero, sin documentación, sin nada, espero que confíen en mí y me permitan hacer esa llamada, pero cuanto más me acercaba, me daba cuenta de que en realidad no era un pueblo, eran cuatro casas de campo que parecían deshabitadas, nadie en las calles y ni una sola luz en las casas, y ya era casi de noche.

Llamé a todas las puertas, grité, me desesperé, pero nada. Ya había acabado el verano, y aquellas casas estaban vacías, seguro que tendrían algún tipo de alarma conectada, - sí rompía un cristal de alguna de ellas, aparecería la policía-. No había verjas en las ventanas, las personas que vivían allí debían ser las únicas que se acercaban a aquel lugar, calculé que estaría a unos diez kilómetros de la carretera por el tiempo que había tardado en llegar, en coche desde Funchal no tardarían ni media hora en llegar.

En una de las casas había una placa que decía: Aquí vivió Diego Colón y Moniz Perestrello, administrador colonial, hijo y sucesor de Cristobal Colón y de su esposa Felipa Móniz, noble portuguesa hija del capitán donatario de la Isla de Porto Santo. Como reclamo inmobiliario, no está mal, 'nos hemos comprado una casa en la que vivió el hijo de Cristobal Colón', a pesar de no estar construida en Porto Santo, dónde nació Diego Colón, ¿qué más da?, al fin y al cabo es Madeira.

Muy bien, pues con tu permiso Diego Colón Moniz y Perestrello voy a romper un cristal de tu casa. Entré por la ventana de la casa, tropezando con todo cuanto había a mi alrededor, la luz estaba desconectada; deambulé a ciegas por la casa hasta encontrar la puerta principal de salida a la calle, y en uno de los laterales palpé lo que debía ser un contador de electricidad y lo conecté. Me giré y encendí la luz de la entrada, buscaba un teléfono desesperadamente, ya que las alarmas no habían sonado, o al menos yo no había oído nada, puede que fueran silenciosas, conectadas con la policía o con alguna empresa de seguridad; avance por el pasillo de entrada hasta la habitación dónde había luz, descorrí las cortinas y vi el cristal de la ventana roto, era a ventana por la que me había colado en a casa. Miré a mi alrededor, era uno de los dormitorios, encima de una de las mesitas había un teléfono, lo descolgué, nada, estaba sin línea.

En la cocina había latas de conserva, comprobé la fecha de caducidad y me abrí un par de ellas de bonito y una de espárragos. Después de comer, el cansancio se apoderó de mí.

La luz de la mañana me despertó, durante la noche no había pasado nada, nadie se acercó hasta la casa. No se oía ningún ruido. El agua estaba fría y no debía poner en marcha la caldera de la calefacción. Me daría una ducha rápida, limpiaría los cristales rotos e intentaría dejar la casa como la encontré.

Salí de la casa del mismo modo que había entrado, por la ventana, ya en la calle comprobé que estaba sola en aquel lugar, ya me disponía a irme por dónde había venido cuando vi un coche de policía acercándose. Eran de la patrulla de carreteras.

- Buenos días
Menos mal que el portugués se entiende perfectamente
- Buenos días, estoy perdida desde ayer por la tarde, y he pasado a noche en esta casa, no es mía, me colé por una de las ventanas... No paraba de hablar, estaba muy nerviosa y no sabía sí me estaban entendiendo
- Señora, por favor, cálmese, la entendemos perfectamente, pero no es necesario que esté tan acelerada o no podremos seguirla
Expliqué mi estancia en Madeira, lo del caso que seguía la policía española y como había ido a parar allí
- Enviaremos a alguien para que repare la ventana y avisaremos a los dueños, usted venga con nosotros.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Simples cristales

Sentada en la cama de mi habitación, recordaba la imaginación de Violeta (o como quiera que se llame) cuando me contaba con pelos y señales la historia que se había inventado sobre Boris, supongo que para llamar mi atención y ganarse mi confianza. Insistió mucho en hacerme creer que era una buena mujer, pero, y a pesar de ello, había caído rendida en los brazos de un obrero imponente de la casa de al lado, y la creí, me lo tragué todo, tenía su papel tan estudiado que da miedo, no podía volverme a fiar de ella, eso de 'no tendré inconveniente', yo creo que sí tendrá inconvenientes, me había convertido en un estorbo, en esos momentos no daba un euro por mi vida.

Sabía que estaba siendo vigilada, pero no tenía escapatoria. Decidí coger uno de los folletos de la isla

Madeira es el último resto del impero de islas Atlantis, que resistió a las inundaciones y que sobresale del océano. El jardín flotante de Portugal, la isla de las flores, la perla del Atlántico. Nadie es capaz de poner palabras a una naturaleza tan exuberante. Los fabulosos acantilados sobre el mar, las cascadas, las cumbres, los bosques ... En Madeira existen numerosos canales de irrigación denominados levadas que llevan el agua de la parte norte de la isla a la parte sur.

Estaba en una preciosa isla, pregunté en recepción la forma de llegar hasta las famosas levadas con un guía o con un grupo, no me arriesgaba a irme sola, estaba buscando la forma de ocupar mi tiempo, ya que no podía salir de la isla. Lo peor estaba por llegar, tendría que pasar la noche esperando, esperando la llamada del inspector Arribas, esperando la llamada de Violeta, esperando la llamada de mi familia, ... esperando.

A las 7:30 estaba abierto el comedor, bajé con el móvil en la mano porque todavía seguía esperando alguna llamada, la noche anterior no llamó nadie. Terminé el desayuno y recibí la primera llamada, era Violeta
- Te espero en la entrada del hotel en media hora
Subí a mi habitación, y me arreglé para salir. Media hora después estaba con Violeta en su coche, camino del aeropuerto. Al menos me dejó subir a recoger el equipaje.
- No te preocupes por el billete de avión, lo tengo todo solucionado
Mi visita a la isla había terminado sin que empezara, apenas unas horas, no pude protestar, ni preguntar, sólo acatar órdenes.
- ¿Regresamos a Madrid?
- No, vamos un poco más lejos, no es necesario que llames a nadie, es mejor que sigan pensando que estas en Madeira.

Estaba segura que después de hablar con el inspector Arribas, vendría a la isla, o enviaría a alguien, pero no pensé que Violeta lo tenía todo previsto.

Sonó el móvil
- ¿No contestas?
- Sí claro, ¡Hola! (Hola Selene, ¿que tal?, ¿puede hablar?) No (¿está vigilada?) Sí, todo bien (era para decirla que efectivamente apareció un hombre en el gimnasio, pero es otro muñeco de paja. Esta mañana irán al hotel dos policías que he enviado, para su protección) Estoy camino del aeropuerto (¿la están reteniendo?, diga sí o no) Sí (no suba en el avión, piense en algo, enseguida llamo para que la esperen allí) De acuerdo
- ¿Tu familia?
- Sí, solo querían saber que tal nos iba
- Muy cortante, ¿no?
- No, normal
- ¿Me permites tu teléfono?
Por supuesto no era mi familia, era el inspector Arribas, y además aparecía así en mi móvil, me hice la indignada
-¿No te fías?
- Querida, yo nunca me fío de nadie
- Está bien, no eran ellos, era el inspector que lleva el caso de Boris
- ¿Te has ido de la lengua, verdad, querida Selene?. No te preocupes, no dejaré que vuelva a suceder. Me quedo con tu móvil, o mejor aún
Abrió la ventanilla del coche y lo arrojó
- Un problema menos

A los 15 minutos, el coche giró a la derecha y se metió por un camino hasta una casita solitaria, los supuestos padres de Violeta estaban esperando, se subieron al coche y continuamos nuestro viaje hasta el aeropuerto.

- Me permite su bolso, por favor (ahora era el supuesto padre de Violeta el que se dirigió a mí)
Le pasé mi bolso y lo revisó a fondo hasta que encontró los llaveros, los mostró con la mano en alto. Pararon el coche y me dejaron en medio de la nada.

Tuve mucho tiempo para pensar, mientras caminaba hacia 'no se sabe dónde'. Violeta me había dejado hablar por teléfono para despistar a la policía, ahora estarían esperando en el aeropuerto, perdiendo el tiempo; mientras tanto tendrían tiempo para desaparecer con los diamantes, pero volverían a buscarme en cuanto descubrieran que los diamantes de los llaveros no eran más que simples cristales, y sí me encontraban no tendría escapatoria.
Sin móvil, sin equipaje, sin dinero y con lo puesto caminaba sin rumbo intentando ordenar mis ideas.

sábado, 21 de marzo de 2009

Viaje a Madeira

No pude dormir en toda la noche, la pasé levantándome y acostándome sin lograr pegar ojo; a las ocho de la mañana empezó el movimiento en mi casa, esperé a que todos terminaran el desayuno para darles la noticia: me iba a Madeira a visitar a Violeta, y no admitiría ningún tipo de oposición.

Pensé en llamar al comisario Arribas, pero no lo hice, no quería que me disuadiera, porque estaba decidida, me sentía ultrajada, y ya tenía decidido tomar cartas en el asunto.

Llegué al pequeño aeropuerto de Madeira pasadas las cuatro de la tarde, el viaje de algo más de dos horas, me había tranquilizado y logré dormir un rato. Me alojé en un hotel cerca de la casa de Violeta, nadie sabía la dirección, excepto yo. Después de deshacer el equipaje, salí del hotel con la intención de comer algo y acercarme hasta la casa, no quise llamarla por teléfono, no quería excusas, necesitaba verla y que me diera la cara.

Violeta abrió la puerta de la casa y me miró con incredulidad, se acercó a mí
- Hola Selene, ¿qué haces aquí?
- Hola Violeta, ¿estas mejor?
Violeta reconoció mi frialdad, cuando me aparté de ella, para no darla los dos besos de cortesía
- Supongo que me odias, ¿no es cierto?
- Creo que me debes unas cuantas explicaciones, por eso he venido hasta aquí
- Pasa, no te quedes en la puerta, por favor
La casa era acogedora, la entrada daba a un gran salón, decorado con gusto, dos de sus paredes se habían convertido en vitrinas con cientos de libros; en una mesa baja, situada en el centro del salón, había una gran cantidad de papeles y un gran cojín en el suelo con la marca de que alguien estaba sentado allí, estaba pegado a la mesa.
- Estaba revisando algunos papeles
Su cara reflejaba cansancio, y unas enormes ojeras adornaban sus ojos. Me senté enfrente de ella en uno de los sofás.

Nos quedamos en silencio, ninguna de las dos rompía el hielo, hasta que Violeta dijo:
- Creo que te mereces una explicación, ante todo quiero que sepas que valoro mucho todo lo que has hecho por mi, sobre todo en el hospital.
Permanecí callada, un silencio de rabia contenida, Violeta siguió hablando:
- Mi nombre no es Violeta, aunque creo que eso es lo menos importante ahora. Llegue a Madrid hace 12 años, los mismos que trabajé en la empresa donde trabaja tu primo Luis. Mi tapadera era perfecta, aunque cada vez me costaba más hacerme la modosita y la estúpida. Decidí representar ese papel, porque descubrí que aquí ese tipo de mujeres siempre son bien aceptadas, incluso me casé con un 'hombre de bien' para consolidar mi situación social, un matrimonio falso, ni uno solo de los datos que figuran en la partida de matrimonio son ciertos. Pero al cabo de dos años, mi marido empezó a sospechar que algo raro había en mi.

Mis padres no son mis padres, como habrás supuesto ya
, y sí tengo que ceñirme a nuestro plan, los primeros que han fallado son ellos, en realidad nada ha salido como estaba previsto, todo se ha ido a la mierda. Ahora me enfrento a la cárcel por la estupidez de unos cuantos ineptos.

Sus palabras me sobrecogieron, había desaparecido todo el candor de su rostro, ahora se presentaba como una mujer calculadora y descarnada. Aquella conversación me produjo una enorme tristeza, pensé: qué duro es poner los pies en la tierra y ser consciente de que has sido una marioneta en manos de esta mujer.

- Hay algo que quiero que sepas, no sé quién mató a Boris, aunque sospecho que fueron los que tu conoces como mis padres, Salomón es el jefe de toda la operación, la policía le ha tenido a su lado, y ni se han percatado, ¡ja!, ¡ja!, ¡ja!.

Me rechinaron los dientes al oír sus risas, pero, ¿porqué me estaba contando quién era el jefe de la operación?, yo iría a la policía en cuanto saliera de allí. Aún no me había preguntado por los llaveros..., de repente, y como si hubiese oído mis pensamientos
- Selene, ¿has traído los llaveros que te dí?
- ¿Qué llaveros?
- Los que tienes con las llaves de mi apartamento
- No sabía que querías que te devolviera las llaves, lo siento, pero las he dejado en la taquilla del gimnasio

Violeta se levantó
- Disculpa, tengo que ir al baño
Saqué el móvil de mi bolso y marque el número del inspector Arribas, mientras Violeta estaba en el baño (hablando por teléfono), le conté al inspector mi conversación para que fueran a vigilar el gimnasio, estaba segura que intentarían forzar mi taquilla, y también quería que supiera la dirección de la casa donde me encontraba, no me fiaba de mi futura suerte.

Cuando Violeta volvió al salón yo ya había guardado el móvil en mi bolso, esperaba que siguiera contándome algo más, pero se sentó a mi lado y me dijo: como comprenderás no puedo fiarme de ti, creo que es mejor que pases aquí un tiempo hasta que todo se solucione, no será mucho, tengo previsto irme pronto. Sí no hay problemas, cuando me marche no tendré ningún inconveniente para que vuelvas con los tuyos.


jueves, 12 de marzo de 2009

Fascículo nº 3: Tirar de la cuerda para deshacer los nudos

Ayudante de la policía, a mi familia no le hacía ni la más mínima gracia todo aquello, temían por mi seguridad. Mi marido se había involucrado para protegerme, me acompañaba siempre que podía, y cuando no podía me acompañaba alguno de mis hijos, además de los policías que siempre estaban vigilando mi casa, y que me seguían a todas partes.

La semana siguiente a la visita del inspector estuve yendo y viniendo al apartamento de Violeta, pero no apareció nadie. La policía estaba completamente despistada. Iban a quitar la vigilancia a la doctora Soto, porque se dieron cuenta que ya no pintaba nada en este caso. El conserje del hospital tampoco aportaba nada nuevo, era un simple mensajero-transportista por una módica cantidad de euros. Era como si alguien los hubiese avisado y estuvieran esperando una mejor ocasión.

A las dos semanas se presentó el inspector de nuevo en mi casa.
- Buenos días, quisiera hablar con usted
- Buenos días inspector, pase por favor
Pasamos al salón, el inspector sacó una libreta y un bolígrafo, y se sentó enfrente de mi.
- Me gustaría que contestara a unas preguntas
- Muy bien, usted dirá
- ¿Cuando habló con Violeta por última vez?
- Ayer, la conté un poco como iban las investigaciones
- ¿Se lo ha contado a alguien más?
- A mi familia
- ¿Como conoció a Violeta?
- Ya se lo dije, en la fiesta de su cumpleaños
- Y después, ¿cuando la volvió a ver?
- En la calle, me la encontré por casualidad
- ¿No sospechó nada?, ¿encontrársela en un barrio alejado del suyo?
- ¿Qué quiere decir?, ¿sospecha de Violeta?
- No son sospechas señora, ahora tenemos indicios. Hemos descubierto sus falsas anginas y su llamada al hospital cuando la doctora Soto estaba de guardia. En un principio, la víctima iba a ser ella, pero se complicó todo al ponerse enfermo el conserje del hospital, por eso Boris quedó con la doctora Soto en casa de Violeta, tenía que avisarla para que no dejara los llaveros en el bolso de la doctora como habían quedado; desde luego imaginación no la falta, ¡ingeniero de telecomunicaciones, y trabajando de albañil, con 200 CV mandados!, ¡qué imaginación la de esta mujer!; y usted se tragó toda la historia, hasta la acompañó a hacer la entrega a aquel bar de mala muerte.

Mi cara de tonta lo decía todo. Me había tomado el pelo. Me había tragado toda la historia, y lo que es peor, me seguía utilizando, ¡que sangre fría!. Debí parecerla una ama de casa anodina y estúpida, perfecta para sus planes, ¿y, sus amigos?, claro, ninguno de los de la fiesta eran realmente sus amigos, sino compañeros de trabajo que ignoraban el papelón de Violeta, sí es que ese era su verdadero nombre. ¡Qué desparpajo!, ¡la muy zorra!. Toda su historia con Boris era inventada, ¡calculadora!. Pero, ¿y su agresión?, ¿quién la había agredido?, ¿también formaba parte del plan?, ¿y, sus padres?, ¿eran realmente sus padres?. Mi cabeza estaba funcionando a velocidad de vértigo, me estaba mareando, no podía procesar, y a medida que avanzaba en mis pensamientos e intentaba deshacer los múltiples nudos, más estúpida me sentía.

- No le de más vueltas, no sirve de nada, al menos lo hemos descubierto a tiempo. Ahora le toca a usted representar el papel de su vida, Violeta no debe sospechar nada, tenemos que hacerla venir de nuevo a la ciudad para poder tirar de la cuerda y deshacer los nudos, porque detrás de ella hay mucho más, esta red opera en toda Europa, y ella sólo una pieza, aunque sospechamos que es una pieza clave.


viernes, 6 de marzo de 2009

Los llaveros

La cena fue ESPESA, las miradas , de mi marido y de mis hijos, cortantes y acusadoras, se me antojaban intransigentes, con una gran carga emocional de incomprensión e intolerancia. No era precisamente eso lo que necesitaba en ese momento, mi cabeza estaba empezando a procesar todo lo ocurrido a medida que lo iba relatando; había conocido al morenazo de Violeta, no nos habían presentado y ya nunca podrían hacerlo.

Di las buenas noches, y me llevé a la cama los reproches que en silencio me brindó mi familia. Me tomé un somnífero y me metí en la cama. A las cuatro de la mañana la casa estaba en silencio, todos dormían, todos menos yo. Me duché y salí a la calle, estaba decidida: me acercaría hasta el apartamento de Violeta, a esas horas no habría nadie, y volvería a la hora del desayuno.

El taxista, me miró sorprendido, eran más de las cuatro de la mañana. Le di la dirección del apartamento de Violeta, y para evitar comentarios, dije: Mi madre se ha puesto enferma.
- Lo siento, si necesita que espere por si tienen que ir al hospital, puedo esperar.
- No, gracias, podemos llamar a una ambulancia.
Y con esta frase di por concluida nuestra conversación.

La puerta estaba cerrada, y una cinta policial la atravesaba. Yo tenía las llaves del apartamento, Violeta me las dio, el primer día que me quedé con ella en el hospital, para que pudiera acercarme a recoger su ropa y sus cosméticos, y con todo el jaleo no se las había devuelto. Me puse los guantes que había cogido en casa para no dejar huellas, abrí el apartamento y entré. La claridad entraba por el balcón del salón, ¿estaría la policía vigilando en la calle?, ¿me habrían visto entrar?. No había pensado en eso, me acerqué al balcón con cuidado de no ser vista, pero no me atreví a dar la luz. Entonces oí el ruido de la puerta al abrirse, a los pocos segundos, el inspector Arribas y su compañero estaban frente a mi con cara de pocos amigos.

- Señora, ¿qué pretende?, ¿que la maten?.
- Lo siento, yo sólo pretendía ayudar, intentaba ...
- Deje de balbucear, vuelva a su casa, y deje que los profesionales nos ocupemos. Por esta vez, pase, pero la próxima, la detendremos. Así que meta el rabo entre las piernas y desaparezca.

Con la cabeza gacha, y el rabo entre las piernas (expresión un tanto desagradable), regresé a mi casa, allí nada había cambiado, todo seguía en silencio.

La investigación seguía su curso, la policía había permitido que Violeta saliera de la ciudad, pasaría una temporada en la casa de sus padres hasta que todo se tranquilizase. Y yo había vuelto a mi rutina anterior.

Una tarde cuando volvía a casa del gimnasio me encontré al inspector Arribas, me estaba esperando en la puerta de mi casa, esta vez iba sólo.
- Buenas tardes, señora.
- Buenas tardes, ¿han descubierto algo?.
- ¿Podemos hablar un momento?.
- Por supuesto, ¿quiere subir a mi casa?.
- Gracias, después de usted.

Preparé café, serví una taza al inspector, y yo me serví otra. Nos sentamos en el salón.

- Pues bien señora, lo primero es lo primero, hemos detenido a uno de los conserjes del hospital donde trabaja la doctora Soto, era de la misma banda que Boris, traficantes de diamantes, están operando en toda Europa, captan, sobre todo, a mujeres solitarias para esconder el botín, normalmente las hacen regalos, que debido a su posición social, ellas no sospechan nada, piensan que es bisutería, y cuando tienen que hacer la entrega, las recuperan fácilmente, porque ya han logrado una relación íntima con ellas.

Pero esta vez algo falló, el conserje del hospital no podía hacer su entrega, y Boris debía hacerse cargo también. Por cierto la doctora Soto también se lió con el conserje, pensaba que era una especie de 'deborahombres', la pobre, la estaban tomando el pelo doblemente.

Boris desapareció unos días de la ciudad para hacer la entrega, y cuando volvió y apareció en casa de su amiga, en realidad no había quedado con la doctora Soto

La doctora Soto es otra víctima, lo mismo que su amiga. Esta vez el botín es lo suficientemente jugoso, como para que aparezca el cabecilla, pero el detenido no sabe quién es, su contacto era Boris.


Su amiga nos ha dicho que el único regalo de Boris, habían sido dos llaveros con la "V" y la "B" que tiene con las llaves de su casa.


- Los llaveros los tengo yo, los que me dio Violeta. En realidad son dos llaveros en uno, es un corazón partido con las letra V y B grabadas en cada una de sus partes.

- Sí, los mismos. Me gustaría verlos.

Abrí mi bolso y saqué los llaveros, desprendí las llaves y se los di al inspector. Este presionó en las iniciales, y las dos partes de los llaveros se abrieron, dejando al descubierto dos diamantes en su interior... ¡ y yo, me había paseado con ellos en el bolso!.

- Por eso necesitamos su ayuda. Estamos seguros de que la están vigilando desde la noche que entró en el apartamento de Violeta. Ya habrán descubierto que en el apartamento están, y no tardarán en darse cuenta de que usted tiene los llaveros, y por tanto las joyas. Queremos tenderles una trampa. Debe ir de nuevo al apartamento, nosotros estaremos vigilando para protegerla.


El asesinato de Boris

Ya habían pasado unos cuantos días desde el 'accidente' de Violeta. Me había quedado con ella todas las noches, y hoy por fin la daban el alta, me ofrecí para acompañarla a su casa, incluso para quedarme a dormir con ella hasta que estuviera completamente bien. Sus padres no habían dado señales de vida, se supone que llegaban hoy de Grecia, pero no sabíamos nada de ellos.

La policía seguía investigando, buscando al intruso que la había dado semejante paliza. Un metro setenta más o menos, delgado, con un tres cuartos negro y un pasamontañas, lo que más les intrigaba es que no se había llevado nada. Descartaron a su ex marido, por encontrarse fuera de la ciudad y porque no tenía ningún motivo, ya que fue el quién la dejó, y no existían motivos económicos. La policía estaba completamente perdida.

La pasada noche, Violeta ya se encontraba lo suficientemente bien como para mantener una conversación.

Estuvimos hablando de nuestras sospechas:
- No he dicho nada de Boris a la policía.
- Yo también pensé en el, pero es imposible, no era su voz, y desde luego era mucho más bajito.
- De todas formas deberías contarles tu reciente y fugaz relación con el.
- Lo haré, pero no creo que tenga nada que ver. No te he contado que estaba recibiendo llamadas anónimas desde hace días, llegué a sospechar de mi empresa por haberles denunciado por despido improcedente, pero también lo descarté, ya que me llamaron para llegar a un acuerdo.
- Entonces, ¿no sospechas de nadie?.
- He pensado en la doctora Soto, ya sabes, por venganza, pero ni siquiera se si Boris la contó nuestro 'lío', y de todas formas a esa hora estaba contigo en el hospital.

A las cinco de la tarde salimos del hospital, un taxi nos esperaba. Al llegar a casa de Violeta, la puerta estaba abierta.
- ¿Estará la policía dentro?.
- No creo, ya hace días que me devolvieron las llaves, no necesitaban recoger más pruebas.
Saqué el móvil del bolso y marqué el 911 a la vez que descendíamos por las escaleras huyendo camino de la calle.

A los quince minutos, aparecieron el inspector Arribas y su compañero.
- Buenas tardes, ¿ha salido alguien del edificio desde que nos llamaron?
- No, y no nos hemos movido de aquí.
- Está bien, esperen aquí hasta que las llamemos.
El inspector y su compañero desaparecieron en el portal de la casa. A los diez minutos bajó el inspector y nos dijo que subiéramos al apartamento.
- ¿No hay nadie en mi casa?, ¿por qué estaba la puerta abierta?, ¿estaba forzada la cerradura?... .
- Vengan conmigo, por favor.

Entramos en el apartamento de Violeta, el inspector nos indicó que le siguiéramos al dormitorio. Y allí encima de la cama, estaba el cuerpo ensangrentado de Boris con el cuello rebanado. Yo me quedé pegada al suelo, con la mente en blanco, no podía procesar... y Violeta no paraba de gritar.

Ahora estaba claro, todos los acontecimientos de los últimos días guardaban relación con Boris, pero no teníamos ni la más mínima idea de lo que estaba pasando.

Todo era un caos, la policía científica por toda la casa, los padres de Violeta que habían llegado en ese momento, y que en lugar de preocuparse por su hija, solo repetían: desde que te dejó tu marido nada te ha ido bien... y nosotras sentadas en el salón contando la relación de Violeta con Boris, y la mía con Violeta, así como nuestra penosa investigación de quinceañeras.

No sabíamos como podía haber entrado Boris en casa de Violeta, no habían forzado la puerta, y estaba claro que no había entrado solo, al menos tenía que acompañarle su asesino.

Llegué a mi casa pasadas las diez de la noche, Violeta se había ido con sus padres a un hotel, no podía salir de la ciudad. Mi marido y mis hijos estaban esperándome para cenar, no tenían ni idea del nuevo lío en el que estaba metida.

martes, 3 de marzo de 2009

Rostro arco iris

Cuando entré en la habitación de Violeta, estaba despierta. Me miró y me sonrió.

- Hola Felene, fiento no faber ido a nueftra cita.


Tenía los labios hinchados, y... su cara, ¡Dios mio!, su cara era el arco iris, del morado al amarillo, pasando por el rojo y el azul violáceo.

- Hola Violeta, que susto me has dado, ¿como te encuentras?, ¿has avisado a tu familia?, ¿qué te ha pasado?

- Franquila, fientaté


- Es mejor que no hables, preguntaré a la enfermera sí puedo quedarme esta noche contigo.

Salí de la habitación y me dirigí al cuarto de enfermeras, me informaron que habían avisado a sus padres, pero que estaban en Grecia y no volvían hasta la semana que viene, entonces pensé en mis padres y el enfado que tenían el día de mi accidente de tráfico, porque los habían llamado dos horas después de mi ingreso; les faltó tiempo para venir desde la otra punta (más de seis horas de viaje); que distintos eran nuestros padres, o qué distintas éramos nosotras. Yo seguía acudiendo a mi madre para pedirla consejo o refugiarme en ella, pero Violeta apenas hablaba de su madre, y cuando lo hacía, no eran precisamente bonitas palabras las que salían de su boca.

Quizá Violeta fue una niña desarraigada, o quizá sus padres nunca confiaron en ella, pensé en los niños que habíamos sido queridos hasta el exceso por nuestros padres, y con esto me refiero, mimados hasta tener la sensación de control absoluto, los que habíamos sido perdonados, excusados y no nos habían juzgado, pero había padres que no perdonaban, ni excusaban, sólo juzgaban .

Dos personas que ni siquiera me conocían acababan de hacerme daño, su frialdad con Violeta era increíble, pero no podía crear una burbuja emocional, tenía que poner en práctica la generosidad de mis sentimientos sin pedir explicaciones, aunque esto me hiciera sufrir y solo lograse sinsabores e ingratitudes. No me dejaría vencer por un naciente y malsano pensamiento hacia los padres de Violeta. Mi eterna lucha entre el ego y el yo (egoísmo... generosidad).

En plena lucha con mis sentimientos y ese terrible dolor en el alma me dirigía hacia la habitación de Violeta, cuando apareció el fantasma de la impotencia, eso fue lo peor, porque no existe ningún analgésico que cure la impotencia para enfrentarnos al dolor del alma, el único amortiguador es la fe.

Así que, prisionera de mis sentimientos, y de las duras críticas que acudían a mi mente hacia dos personas que no conocía, apareció otro fantasma más: la crispación. Pensaba:- me hubiese gustado hablar con los padres de Violeta, decirles que su hija los necesitaba a su lado, que no podía haber nada más importante en el mundo, que se subieran al primer avión... -, pero no podía hacerlo, yo no era 'nadie' para cuestionar las relaciones de Violeta con sus padres. Me mordí la lengua y entré en la habitación de Violeta con la mejor de mis sonrisas para informarla que esa noche me quedaría a dormir con ella.