jueves, 12 de marzo de 2009

Fascículo nº 3: Tirar de la cuerda para deshacer los nudos

Ayudante de la policía, a mi familia no le hacía ni la más mínima gracia todo aquello, temían por mi seguridad. Mi marido se había involucrado para protegerme, me acompañaba siempre que podía, y cuando no podía me acompañaba alguno de mis hijos, además de los policías que siempre estaban vigilando mi casa, y que me seguían a todas partes.

La semana siguiente a la visita del inspector estuve yendo y viniendo al apartamento de Violeta, pero no apareció nadie. La policía estaba completamente despistada. Iban a quitar la vigilancia a la doctora Soto, porque se dieron cuenta que ya no pintaba nada en este caso. El conserje del hospital tampoco aportaba nada nuevo, era un simple mensajero-transportista por una módica cantidad de euros. Era como si alguien los hubiese avisado y estuvieran esperando una mejor ocasión.

A las dos semanas se presentó el inspector de nuevo en mi casa.
- Buenos días, quisiera hablar con usted
- Buenos días inspector, pase por favor
Pasamos al salón, el inspector sacó una libreta y un bolígrafo, y se sentó enfrente de mi.
- Me gustaría que contestara a unas preguntas
- Muy bien, usted dirá
- ¿Cuando habló con Violeta por última vez?
- Ayer, la conté un poco como iban las investigaciones
- ¿Se lo ha contado a alguien más?
- A mi familia
- ¿Como conoció a Violeta?
- Ya se lo dije, en la fiesta de su cumpleaños
- Y después, ¿cuando la volvió a ver?
- En la calle, me la encontré por casualidad
- ¿No sospechó nada?, ¿encontrársela en un barrio alejado del suyo?
- ¿Qué quiere decir?, ¿sospecha de Violeta?
- No son sospechas señora, ahora tenemos indicios. Hemos descubierto sus falsas anginas y su llamada al hospital cuando la doctora Soto estaba de guardia. En un principio, la víctima iba a ser ella, pero se complicó todo al ponerse enfermo el conserje del hospital, por eso Boris quedó con la doctora Soto en casa de Violeta, tenía que avisarla para que no dejara los llaveros en el bolso de la doctora como habían quedado; desde luego imaginación no la falta, ¡ingeniero de telecomunicaciones, y trabajando de albañil, con 200 CV mandados!, ¡qué imaginación la de esta mujer!; y usted se tragó toda la historia, hasta la acompañó a hacer la entrega a aquel bar de mala muerte.

Mi cara de tonta lo decía todo. Me había tomado el pelo. Me había tragado toda la historia, y lo que es peor, me seguía utilizando, ¡que sangre fría!. Debí parecerla una ama de casa anodina y estúpida, perfecta para sus planes, ¿y, sus amigos?, claro, ninguno de los de la fiesta eran realmente sus amigos, sino compañeros de trabajo que ignoraban el papelón de Violeta, sí es que ese era su verdadero nombre. ¡Qué desparpajo!, ¡la muy zorra!. Toda su historia con Boris era inventada, ¡calculadora!. Pero, ¿y su agresión?, ¿quién la había agredido?, ¿también formaba parte del plan?, ¿y, sus padres?, ¿eran realmente sus padres?. Mi cabeza estaba funcionando a velocidad de vértigo, me estaba mareando, no podía procesar, y a medida que avanzaba en mis pensamientos e intentaba deshacer los múltiples nudos, más estúpida me sentía.

- No le de más vueltas, no sirve de nada, al menos lo hemos descubierto a tiempo. Ahora le toca a usted representar el papel de su vida, Violeta no debe sospechar nada, tenemos que hacerla venir de nuevo a la ciudad para poder tirar de la cuerda y deshacer los nudos, porque detrás de ella hay mucho más, esta red opera en toda Europa, y ella sólo una pieza, aunque sospechamos que es una pieza clave.


1 comentario:

  1. Así me gusta. La trama se complica y enreda, como en Christie. Todo quisque parece culpable, hasta el policía. Hasta usted, que es quien escribe, me parece culpable. Saludos y enhorabuena. No nos deje con la miel en los labios tanto tiempo... se vuelve dura y pierde sabor. Se lo dice un oso acostumbrado a libar a menudo los mejores arropes de nuestros bosques literarios.

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