domingo, 12 de diciembre de 2010

Una de cal y otra de barrizal

Dicen que Dios aprieta, pero no ahoga, estaba claro yo no me había ahogado, pero hay que ver de que manera tan clara me avisaba, y como compensación mi hijo me trajo la noticia de la publicación de mis garabatos con historia, que es como llamaba a mi novela; tenía un ejemplar en mis manos con el dibujo de la portada que tantos quebraderos de cabeza me dió. Estaba exultante, por fin habían publicado mis ilustres trabajos, reservados hasta entonces para mi propio ego, dónde vulneraba todas las reglas del exhibicionismo de la escritura, y así con semejante clarividencia y dotada de esa inteligencia superior, egoísmo, vanidad y pedantería, caí en una profunda depresión bordeando la BOBERÍA al ser agraviada por todas las formas posibles de la necedad, a pesar de que siempre pensé que la necedad era una forma legítima de la razón, pero todos aquellos necios que se proclamaban críticos literarios de las diversas editoriales a las que lo había remitido me habían hundido en un pozo sin fondo.

¿De quién fue la idea de exponer mis escritos a la masa ingente de pensantes con tiempo libre?. No habían entendido nada de nada, se habían limitado a MIRAR, tan solo uno de los críticos vislumbró que historia era real, mezclada con sueños. Esa idea descabellada de exponer mi historia por fin tuvo éxito, lo mejor de todo es que había sido en mi ausencia, y sin mi conocimiento, un regalo, según mi hijo.

Encima de la mesita había unos cuantos periódicos y revistas abiertos por páginas que tenían subrayadas algunas líneas, me tendí en la cama y leí con un sólo ojo, el otro no podía abrirlo.

"Relato disparatado, a medio camino entre lo iniciático y lo negro, que juega a rebasar las fronteras genéricas y a inventarse un universo descabellado".

"Desde el desconcertante título, esta novela evidencia que estamos en presencia de un texto
lleno de imaginación y atrevimiento que describe un universo disparatado".

"La fantasía de la escritora se centra en la disposición de los materiales que constituyen el relato, en la manera de organizar el tiempo, el espacio, la revelación y la ocultación de los datos, las entradas y las salidas de los personajes".

" Un libro magnífico, en efecto, uno de los mejores que he leído en mucho tiempo y merecería tener innumerables lectores, en esta época en que se ha puesto de moda la literatura ligera y la literatura seria, la autora se atreve a encarar una historia real, no tiene nada de aburrida, y, al contrario, es muy capaz de encandilar a sus lectores".

Esta última crítica me hizo sonreir, dejé los periódicos, volví a mirar mi libro y me quedé dormida.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Moratones por doquier

Salí a la calle mirando a todas partes; la calle estaba concurrida a esas horas, se dijo ¿menuda tontería, no conozco a nadie, y de todas formas si qisieran venir a por mi no creo que pudiera reconocer al hombre!, siempre se daba por hecho que sería un hombre, ¿curioso, no?.

El semáforo se puso en rojo y me paré pegada a los coches, mala costumbre, debería haber retrocedido más, pero tarde, cuando volaba por los aires mi mente tuvo tiempo de ver el Nissan rojo que se ajejaba después de haberme atropellado, mi cabeza reboto en el asfalto y oí el ruido sordo al chocar.

Desperté en el hospital, mi hijo con cara de susto estaba a mi lado.
- ¡Mamá! ¡mamá!
- Hola querido, no han podido conmigo ¿eh?
- Muy graciosa, estoy harto de todo esto, no quiero más sustos
- Reconocí el coche
- ¿Quién era?
- He dicho que reconocí el coche, no al conductor.
- Un Nissan rojo
- Muy graciosa
- Algo es algo
- Bueno no debes estar muy mal cuando tienes ganas de broma
- has llamado a la policía
- Llamaron desde el hospital, el inspector Arribas estuvo aquí hace dos días
- ¿Dos dís?, ¿cuanto tiempo llevo aquí?
- Tres días, y no sabían a qué atenerse, hasta para esto eres imprevisible.
- Estoy cansada y me duele todo
- Llamaré a la enfermera, tendrán que ponerte calmantes.


Cuando mi hijo despareció de la habitación, me incorporé, arrastré todos los aparatos a los que me tenían conectada, más lo que supuse sería suero y me acerqué al cuarto de baño. ¡Dios mio! que estado más lamentable, tenía la cara hinchada, los ojos prácticamente cerrados, el labio inferior cortado y me habían puesto puntos de sutura; y al hechar un vistazo al resto, moratones por doquier.