viernes, 6 de marzo de 2009

El asesinato de Boris

Ya habían pasado unos cuantos días desde el 'accidente' de Violeta. Me había quedado con ella todas las noches, y hoy por fin la daban el alta, me ofrecí para acompañarla a su casa, incluso para quedarme a dormir con ella hasta que estuviera completamente bien. Sus padres no habían dado señales de vida, se supone que llegaban hoy de Grecia, pero no sabíamos nada de ellos.

La policía seguía investigando, buscando al intruso que la había dado semejante paliza. Un metro setenta más o menos, delgado, con un tres cuartos negro y un pasamontañas, lo que más les intrigaba es que no se había llevado nada. Descartaron a su ex marido, por encontrarse fuera de la ciudad y porque no tenía ningún motivo, ya que fue el quién la dejó, y no existían motivos económicos. La policía estaba completamente perdida.

La pasada noche, Violeta ya se encontraba lo suficientemente bien como para mantener una conversación.

Estuvimos hablando de nuestras sospechas:
- No he dicho nada de Boris a la policía.
- Yo también pensé en el, pero es imposible, no era su voz, y desde luego era mucho más bajito.
- De todas formas deberías contarles tu reciente y fugaz relación con el.
- Lo haré, pero no creo que tenga nada que ver. No te he contado que estaba recibiendo llamadas anónimas desde hace días, llegué a sospechar de mi empresa por haberles denunciado por despido improcedente, pero también lo descarté, ya que me llamaron para llegar a un acuerdo.
- Entonces, ¿no sospechas de nadie?.
- He pensado en la doctora Soto, ya sabes, por venganza, pero ni siquiera se si Boris la contó nuestro 'lío', y de todas formas a esa hora estaba contigo en el hospital.

A las cinco de la tarde salimos del hospital, un taxi nos esperaba. Al llegar a casa de Violeta, la puerta estaba abierta.
- ¿Estará la policía dentro?.
- No creo, ya hace días que me devolvieron las llaves, no necesitaban recoger más pruebas.
Saqué el móvil del bolso y marqué el 911 a la vez que descendíamos por las escaleras huyendo camino de la calle.

A los quince minutos, aparecieron el inspector Arribas y su compañero.
- Buenas tardes, ¿ha salido alguien del edificio desde que nos llamaron?
- No, y no nos hemos movido de aquí.
- Está bien, esperen aquí hasta que las llamemos.
El inspector y su compañero desaparecieron en el portal de la casa. A los diez minutos bajó el inspector y nos dijo que subiéramos al apartamento.
- ¿No hay nadie en mi casa?, ¿por qué estaba la puerta abierta?, ¿estaba forzada la cerradura?... .
- Vengan conmigo, por favor.

Entramos en el apartamento de Violeta, el inspector nos indicó que le siguiéramos al dormitorio. Y allí encima de la cama, estaba el cuerpo ensangrentado de Boris con el cuello rebanado. Yo me quedé pegada al suelo, con la mente en blanco, no podía procesar... y Violeta no paraba de gritar.

Ahora estaba claro, todos los acontecimientos de los últimos días guardaban relación con Boris, pero no teníamos ni la más mínima idea de lo que estaba pasando.

Todo era un caos, la policía científica por toda la casa, los padres de Violeta que habían llegado en ese momento, y que en lugar de preocuparse por su hija, solo repetían: desde que te dejó tu marido nada te ha ido bien... y nosotras sentadas en el salón contando la relación de Violeta con Boris, y la mía con Violeta, así como nuestra penosa investigación de quinceañeras.

No sabíamos como podía haber entrado Boris en casa de Violeta, no habían forzado la puerta, y estaba claro que no había entrado solo, al menos tenía que acompañarle su asesino.

Llegué a mi casa pasadas las diez de la noche, Violeta se había ido con sus padres a un hotel, no podía salir de la ciudad. Mi marido y mis hijos estaban esperándome para cenar, no tenían ni idea del nuevo lío en el que estaba metida.

1 comentario:

  1. ¡Por Dios! ¡Qué poco nos ha durado Boris! Espero que no sea su técnica literaria (la de "muere hasta el apuntador" del antiguo teatro); la última vez que leí que un personaje la diñaba tan pronto, se puso de moda en el cine, y desde entonces, no paran de morir los pobres, sin apenas decir esta boca es mía. En fin, seguiremos con Violeta, Selene y la pérfida doctora Soto. Saludos

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