viernes, 6 de marzo de 2009

Los llaveros

La cena fue ESPESA, las miradas , de mi marido y de mis hijos, cortantes y acusadoras, se me antojaban intransigentes, con una gran carga emocional de incomprensión e intolerancia. No era precisamente eso lo que necesitaba en ese momento, mi cabeza estaba empezando a procesar todo lo ocurrido a medida que lo iba relatando; había conocido al morenazo de Violeta, no nos habían presentado y ya nunca podrían hacerlo.

Di las buenas noches, y me llevé a la cama los reproches que en silencio me brindó mi familia. Me tomé un somnífero y me metí en la cama. A las cuatro de la mañana la casa estaba en silencio, todos dormían, todos menos yo. Me duché y salí a la calle, estaba decidida: me acercaría hasta el apartamento de Violeta, a esas horas no habría nadie, y volvería a la hora del desayuno.

El taxista, me miró sorprendido, eran más de las cuatro de la mañana. Le di la dirección del apartamento de Violeta, y para evitar comentarios, dije: Mi madre se ha puesto enferma.
- Lo siento, si necesita que espere por si tienen que ir al hospital, puedo esperar.
- No, gracias, podemos llamar a una ambulancia.
Y con esta frase di por concluida nuestra conversación.

La puerta estaba cerrada, y una cinta policial la atravesaba. Yo tenía las llaves del apartamento, Violeta me las dio, el primer día que me quedé con ella en el hospital, para que pudiera acercarme a recoger su ropa y sus cosméticos, y con todo el jaleo no se las había devuelto. Me puse los guantes que había cogido en casa para no dejar huellas, abrí el apartamento y entré. La claridad entraba por el balcón del salón, ¿estaría la policía vigilando en la calle?, ¿me habrían visto entrar?. No había pensado en eso, me acerqué al balcón con cuidado de no ser vista, pero no me atreví a dar la luz. Entonces oí el ruido de la puerta al abrirse, a los pocos segundos, el inspector Arribas y su compañero estaban frente a mi con cara de pocos amigos.

- Señora, ¿qué pretende?, ¿que la maten?.
- Lo siento, yo sólo pretendía ayudar, intentaba ...
- Deje de balbucear, vuelva a su casa, y deje que los profesionales nos ocupemos. Por esta vez, pase, pero la próxima, la detendremos. Así que meta el rabo entre las piernas y desaparezca.

Con la cabeza gacha, y el rabo entre las piernas (expresión un tanto desagradable), regresé a mi casa, allí nada había cambiado, todo seguía en silencio.

La investigación seguía su curso, la policía había permitido que Violeta saliera de la ciudad, pasaría una temporada en la casa de sus padres hasta que todo se tranquilizase. Y yo había vuelto a mi rutina anterior.

Una tarde cuando volvía a casa del gimnasio me encontré al inspector Arribas, me estaba esperando en la puerta de mi casa, esta vez iba sólo.
- Buenas tardes, señora.
- Buenas tardes, ¿han descubierto algo?.
- ¿Podemos hablar un momento?.
- Por supuesto, ¿quiere subir a mi casa?.
- Gracias, después de usted.

Preparé café, serví una taza al inspector, y yo me serví otra. Nos sentamos en el salón.

- Pues bien señora, lo primero es lo primero, hemos detenido a uno de los conserjes del hospital donde trabaja la doctora Soto, era de la misma banda que Boris, traficantes de diamantes, están operando en toda Europa, captan, sobre todo, a mujeres solitarias para esconder el botín, normalmente las hacen regalos, que debido a su posición social, ellas no sospechan nada, piensan que es bisutería, y cuando tienen que hacer la entrega, las recuperan fácilmente, porque ya han logrado una relación íntima con ellas.

Pero esta vez algo falló, el conserje del hospital no podía hacer su entrega, y Boris debía hacerse cargo también. Por cierto la doctora Soto también se lió con el conserje, pensaba que era una especie de 'deborahombres', la pobre, la estaban tomando el pelo doblemente.

Boris desapareció unos días de la ciudad para hacer la entrega, y cuando volvió y apareció en casa de su amiga, en realidad no había quedado con la doctora Soto

La doctora Soto es otra víctima, lo mismo que su amiga. Esta vez el botín es lo suficientemente jugoso, como para que aparezca el cabecilla, pero el detenido no sabe quién es, su contacto era Boris.


Su amiga nos ha dicho que el único regalo de Boris, habían sido dos llaveros con la "V" y la "B" que tiene con las llaves de su casa.


- Los llaveros los tengo yo, los que me dio Violeta. En realidad son dos llaveros en uno, es un corazón partido con las letra V y B grabadas en cada una de sus partes.

- Sí, los mismos. Me gustaría verlos.

Abrí mi bolso y saqué los llaveros, desprendí las llaves y se los di al inspector. Este presionó en las iniciales, y las dos partes de los llaveros se abrieron, dejando al descubierto dos diamantes en su interior... ¡ y yo, me había paseado con ellos en el bolso!.

- Por eso necesitamos su ayuda. Estamos seguros de que la están vigilando desde la noche que entró en el apartamento de Violeta. Ya habrán descubierto que en el apartamento están, y no tardarán en darse cuenta de que usted tiene los llaveros, y por tanto las joyas. Queremos tenderles una trampa. Debe ir de nuevo al apartamento, nosotros estaremos vigilando para protegerla.


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