jueves, 26 de marzo de 2009

La casa de Diego Colón

El sol se estaba poniendo, y no me había encontrado a nadie en el camino que cruza la carretera, por el que me adentré, cuando me abandonaron. Tomé el de la derecha por eso del 'todo derecho' que rezan todos aquellos a quienes se les pregunta por una dirección cuando se está perdido. A un par de kilómetros vi un pueblecito y el mar. ¡Salvada!, - cuando llegue al pueblo llamaré por teléfono y vendrán a buscarme-, estoy sin dinero, sin documentación, sin nada, espero que confíen en mí y me permitan hacer esa llamada, pero cuanto más me acercaba, me daba cuenta de que en realidad no era un pueblo, eran cuatro casas de campo que parecían deshabitadas, nadie en las calles y ni una sola luz en las casas, y ya era casi de noche.

Llamé a todas las puertas, grité, me desesperé, pero nada. Ya había acabado el verano, y aquellas casas estaban vacías, seguro que tendrían algún tipo de alarma conectada, - sí rompía un cristal de alguna de ellas, aparecería la policía-. No había verjas en las ventanas, las personas que vivían allí debían ser las únicas que se acercaban a aquel lugar, calculé que estaría a unos diez kilómetros de la carretera por el tiempo que había tardado en llegar, en coche desde Funchal no tardarían ni media hora en llegar.

En una de las casas había una placa que decía: Aquí vivió Diego Colón y Moniz Perestrello, administrador colonial, hijo y sucesor de Cristobal Colón y de su esposa Felipa Móniz, noble portuguesa hija del capitán donatario de la Isla de Porto Santo. Como reclamo inmobiliario, no está mal, 'nos hemos comprado una casa en la que vivió el hijo de Cristobal Colón', a pesar de no estar construida en Porto Santo, dónde nació Diego Colón, ¿qué más da?, al fin y al cabo es Madeira.

Muy bien, pues con tu permiso Diego Colón Moniz y Perestrello voy a romper un cristal de tu casa. Entré por la ventana de la casa, tropezando con todo cuanto había a mi alrededor, la luz estaba desconectada; deambulé a ciegas por la casa hasta encontrar la puerta principal de salida a la calle, y en uno de los laterales palpé lo que debía ser un contador de electricidad y lo conecté. Me giré y encendí la luz de la entrada, buscaba un teléfono desesperadamente, ya que las alarmas no habían sonado, o al menos yo no había oído nada, puede que fueran silenciosas, conectadas con la policía o con alguna empresa de seguridad; avance por el pasillo de entrada hasta la habitación dónde había luz, descorrí las cortinas y vi el cristal de la ventana roto, era a ventana por la que me había colado en a casa. Miré a mi alrededor, era uno de los dormitorios, encima de una de las mesitas había un teléfono, lo descolgué, nada, estaba sin línea.

En la cocina había latas de conserva, comprobé la fecha de caducidad y me abrí un par de ellas de bonito y una de espárragos. Después de comer, el cansancio se apoderó de mí.

La luz de la mañana me despertó, durante la noche no había pasado nada, nadie se acercó hasta la casa. No se oía ningún ruido. El agua estaba fría y no debía poner en marcha la caldera de la calefacción. Me daría una ducha rápida, limpiaría los cristales rotos e intentaría dejar la casa como la encontré.

Salí de la casa del mismo modo que había entrado, por la ventana, ya en la calle comprobé que estaba sola en aquel lugar, ya me disponía a irme por dónde había venido cuando vi un coche de policía acercándose. Eran de la patrulla de carreteras.

- Buenos días
Menos mal que el portugués se entiende perfectamente
- Buenos días, estoy perdida desde ayer por la tarde, y he pasado a noche en esta casa, no es mía, me colé por una de las ventanas... No paraba de hablar, estaba muy nerviosa y no sabía sí me estaban entendiendo
- Señora, por favor, cálmese, la entendemos perfectamente, pero no es necesario que esté tan acelerada o no podremos seguirla
Expliqué mi estancia en Madeira, lo del caso que seguía la policía española y como había ido a parar allí
- Enviaremos a alguien para que repare la ventana y avisaremos a los dueños, usted venga con nosotros.

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