jueves, 14 de mayo de 2009

La joyería Ópalo

Recorrí la calle Alacalá, no tenía ni idea de lo que buscaba, entré en unas cuantas joyerías, las que permanecían abiertas; el miedo se había hecho dueño de los joyeros, no se fiaban de nadie, los atracos eran a cara descubierta y en pleno día, la maldita crisis era la dueña, y los atracadores habían perdido el miedo. En la joyería Opalo encontré lo que buscaba, me di cuenta nada más entrar. Detrás del mostrador estaba un hombre alto, moreno de ojos claros, y muy joven, su aspecto era más de relaciones públicas de la noche madrileña que de dependiente de una joyería.

- Buenos días, estoy buscando un regalo especial, quería un llavero de plata con un corazón partido en dos
La cara del hombre cambió de color, me miró detenidamente y me sonrió
- Esperaba a otra persona, disculpe un momento
Desapareció en la trastienda y al rato salió con una caja en las manos
- ¿Es esto lo que busca?
Abrió la caja que traía, y allí estaba, el llavero, el famoso llavero que se había llevado Andrés la noche anterior, ¡si que se había dado prisa en entregarlo!.
Intenté llevarme la caja y salir de allí sin más, me temblaban las manos y no quería que se diera cuenta, me iría directamente a la comisaría a entregarlo y no volvería por allí nunca más, pero no pude
- No tan deprisa, ha de decirme la contraseña para que pueda entregárselo
Tenía que pensar deprisa, no se me ocurría nada, así que le dije: más tarde vendrán por el, a mi me han enviado de avanzadilla, ¿de avanzadilla?, que estupidez, seguro que ahora sacaba un arma de debajo del mostrador, ¡estaba perdida!
- Muy bien, pues sí no quiere nada más...
Había colado, no me lo podía creer, sería mejor que saliera de allí lo antes posible, llamara al inspector Arribas y que el se ocupara del asunto. No sentía las piernas, bueno ni las piernas ni el resto del cuerpo, andaba por la calle como si flotara y temblaba como una hoja de papel agitada. Llamé al inspector Arribas, cuando hablé con el estaba con mi marido, vendrían los dos en menos de una hora.

Cuando llegaron, les estaba esperando en la puerta de la cafetería que estaba enfrente desde donde divisaba la joyería. Mi marido se abalanzó sobre mi, mirándome de arriba a abajo,
¿estas bien?, ¿dónde has estado?, no puedes seguir haciendo lo que te de la gana, no puedo aguantarlo más, se atragantaba con sus propias palabras; el inspector le pidió que se calmara, ahora teníamos algo más importante que solucionar.

En la joyería ya no estaba el hombre que me había atendido, ahora estaban dos señoras mayores, elegantemente vestidas y con aspecto de no haber roto un plato en su vida.
- Buenos días, quisiera ver al hombre que estaba aquí hace una hora
- Disculpe, no se a que se refiere (una de ellas se estaba dirigiendo a mi), aquí sólo estamos mi hermana y yo
- Pero hace una hora he estado con un hombre aquí mismo
- Imposible, nosotras no nos hemos movido de aquí desde que abrimos a las diez, es más son las primeras personas que han entrado hoy
Estaba claro, después de irme, seguro que sospechó que yo no era quién decía y se fue, pero ¿de dónde habían salido estas dos?, ¿dónde estaban cuando estuve aquí?, ¿las tenía secuestradas en el interior o serían cómplices también?

En ese momento el inspector enseñó su placa y tomó la palabra, ¿las importaría que pasara al interior a echar un vistazo?
- Lo siento inspector pero no se nos ha acusado de nada y sin una orden de registro..., comprenda que no nos fiemos de nadie con la cantidad de atracos que hay en esta zona, su placa podría ser falsa y ustedes atracadores
- Señoras por favor, ni somos atracadores, ni mi placa es falsa, y si tenemos que quedarnos aquí hasta que llegue la orden de registro aquí nos quedaremos se lo puedo asegurar
- Está bien, pase usted, pero usted sólo
El inspector Arribas desapareció con una de las hermanas en la trastienda, a los dos minutos la otra hermana nos encañonó a mi marido y a mi y nos hizo pasar al interior; allí estaba el inspector atado de pies y manos y el hombre que estaba en la joyería cuando llegué me saludó con una sonrisa:
Hola Selene, nos vemos de nuevo, ¿has regresado por el corazón?
Se sabía mi nombre, por tanto había estando haciendo el paripé todo el tiempo y yo había sido una estúpida una vez más
- Sí me permiten..., nos señaló unas sillas para que nos sentáramos y pudiera atarnos lo mismo que había hecho con el inspector

No se preocupen, sus vidas no corren peligro, y ustedes dos (se dirigió a las dos hermanas) sigan haciendo lo que les diga podrán volver a ver a su anciana madre sana y salva. Tenemos que esperar un par de horas, después me iré por dónde vine, pero antes he de recoger un pequeño maletín a cambio de este maravillosos llavero, ¿comprenden?

Nada más salir al exterior el tal Carlos (así se presentó) empezaron a sonar los móviles, como sí se hubiesen puesto de acuerdo, el mío lo tenía en el bolso, ahora tirado en el suelo, el de mi marido en su chaqueta y el del inspector en la suya, ninguno de los tres teníamos acceso a ellos. Me entró una risa nerviosa que nadie comprendió, estaba pensando en las películas de cine negro, para mi las mejores, pensé que una situación así sería inverosímil, pensé en como se las habría ingeniado el guionista con tanta tecnología, la situación tenía su comicidad, si entraba alguien en la tienda se sorprendería al oír sonar móviles con distintas melodías sin que nadie atendiera las llamadas, era realmente cómico, una siniestra melodía mezcla de politonos.

Pensé en mi vida tan 'normalita' hasta el día de aquella fiesta en la casa de Violeta, tan llena de situaciones 'normales', ni completamente feliz, ni plenamente desgraciada, con una opinión forjada de que todos somos iguales, ignorando que en el mundo también hay malas personas, sin altibajos, sin honores; claro qué ¿para que demonios me iban a servir los honores? me había visto arrastrada (o me había arrastrado a mi misma) hacia un mundo desconocido, llevado a extremos sin el más mínimo atisbo de pureza de intenciones.

1 comentario:

  1. El hermoso vuelo de este pájaro relojero, con sus requiebros y piruetas, me regala noches escandalosas de risas o noches de risas escandalosas, lo que prefiera mi autora de fe. Sí quisiera aportarle un poco de la sabiduría del lenguaje que me enseñaron mis viejos maestros... no escriba tan deprisa, piense bien antes de teclear, las palabras como las alas de ese pájaro que le da nombre e identidad deben ser mimadas como sé mima usted el entrecejo de su amante, para que más tarde emprenda el vuelo mágico de esas vidas que tan elegante y femeninamente les da VIDA. La amo, válgame Dios, no sabía si me atrevería a escribirlo. Lo hice, y la espero esta noche de luna entera como los dibujos de un infante enamorado. Usted me entiende, ¿verdad?

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