Nos dirigimos a las afueras de la ciudad a una zona que no conocía, Violeta estacionó el coche en la entrada de un edificio que parecía abandonado. Abrió la puerta principal del edificio y pasamos al interior, en el fondo de pasillo, al lado de una de las puertas vi a un hombre alto, de mediana edad, llevaba un traje azul oscuro y tenía aspecto de hombre de negocios.
- ¿Andrés Álvarez?, ¡vaya!, que pequeño es el mundo
Tenía ante mi al seductor Andrés, así le llamábamos en la Universidad, primero te conquistaba con la mirada, y cuando recibía respuesta se acercaba y te envolvía con su palabrería, con su don de gentes, un conquistador nato, no te podías fiar de el más allá del momento en el que le tenías al lado, le había visto actuar muchas veces, era de esos hombres acostumbrados a salirse con a suya, un adulador bien entrenado en la vida, siempre se había aprovechado de la ingenuidad de los demás y no dudaba en sacar provecho de cualquier situación, un auténtico vividor; a mi nunca me interesó más que como personaje curioso, y después del primer año ni siquiera eso, pero el nunca perdió su interés por mi, no comprendía que no cayera rendida a sus pies y no dejó de insistir hasta el último año de carrera. Habían pasado muchos años desde que le perdí a pista, lo último que había sabido de el es que era un alto cargo del Ayuntamiento.
- Hola Selene, ¡cuanto tiempo sin saber nada de ti!, esto si que no me lo esperaba
Entramos en uno de los pisos, el interior estaba amueblado, limpio y desde luego habitable, no tenía nada que ver con el exterior. Violeta estaba cada vez más incómoda, no sabía que hacer. Enseguida me di cuenta de que la voz cantante la llevaba Andrés.
- ¡Increíble!, no me puedo creer que la famosa amiga de Violeta, la que se ha quedado con mis diamantes, sea una antigua compañera de Universidad, siempre fuiste una 'listilla', nunca pude hacerme contigo
- No sabía que querías 'hacerte conmigo'
- Claro que sí, y no era el único. - Selene siempre manteniendo las distancias -, apenas sí reparabas en ninguno de nosotros, pobres infelices; que curiosa es la vida, ahora estoy de nuevo en tus manos hermosa Selene
No había perdido facultades, irónico y adulador, hiriente y servil, seguía utilizando las mismas armas que hace años, sólo que ahora mi vida dependía de este ser nefasto, sin honor y seguramente un asesino, ya no servía que mirase a otro lado o que le ignorara como hacía antes. Tendría que enfrentarme a el y disimular mi terror.
- Así que eres el jefe del cotarro, un auténtico traficante y asesino
- ¡Ge!, ¡ge!, ¡ge! No eres consciente de tu situación, ¿verdad? Pues bien, te pondré al corriente: Hace meses que estoy con esta operación que por desgracia se torció de mala manera, ¿culpa mía?, sí señor, me rodeé de ineptos, incluida tu querida (miró a Violeta), y ya ves al final me he quedado solo, y lo único que quiero es acabar con esto de una vez. Mañana tengo un compromiso importante con un joyero al que le prometí unos diamantes, este a su vez tiene sus propios compromisos... y así sucesivamente, ¿comprendes?, por tanto no puede pasar de hoy que me des lo que es mío
- Suponiendo que tenga los diamantes o que sepa donde están porqué tendría que dártelos, solo se me ocurre que sería como firmar mi sentencia de muerte, incluso (y miré a Violeta) nuestra sentencia de muerte.
En casos imposibles has de pensar en ' El puente colgante de Bosha', fue una idea que se cruzó por mi mente en ese momento, tienes que soñarlo para cruzarlo, necesitaba esa noche para soñarlo, necesitaba ganar tiempo. Lo primero tengo que salir de aquí, el inspector Arribas me estará buscando al ver que no llego a la comisaría.
- Andrés, supongo que ha llegado el momento de hacer un trato, comprende que quiera salir de todo esto indemne
- Dime dónde están los diamantes y hablaremos
- De acuerdo, se los ha llevado mi marido al trabajo en su cartera, aunque el no sabe que los tiene, me pareció lo mejor, no quería que se quedaran en mi casa
Andrés sacó la mano de la chaqueta, empuñaba una pistola, y sin mediar palabra disparó a Violeta
- Adiós al último eslabón de la cadena -, espero que tu seas más lista y no me engañes o terminarás igual que ellos, y es algo que no deseo en absoluto, después de esta operación desapareceré y nadie volverá a saber nada de mi, y tú querida podrás seguir con tu vida con la boquita cerrada, pronto lo olvidarás todo, será como un mal sueño. Sabes Selene, siempre te admiré, y por eso te dejaré vivir, no sólo me gustabas, te respetaba. En una ocasión me di cuenta de que estabas pasando una mala racha e intenté ayudarte, rebusque entre tus cosas para descubrir como podía hacerlo, fue entonces cuando descubrí tus poemas, había uno que me produjo una gran tristeza porque estabas sufriendo y sólo pensaba en buscar el motivo de tu desesperación para poder ayudarte, arranque la hoja de tu cuaderno y aún la conservo, el poema lo titulaste 'Si, aún siento', ¿lo recuerdas? ...
Sí me pongo a pensar, me duele, sí no pienso también
Mi propia existencia, me duele
Con el alma hecha trizas, me desespero… y me calmo
No se vivir, sólo sobrevivo
Cuando disfruto siempre caigo
Me sale cara la existencia
Nada es gratis
Las deudas del pasado, me cobran
Mis malas decisiones me persiguen, me acosan
El miedo me atenaza, me amordaza
La inseguridad hace mella en mí…
Y mis decisiones, escasas
Cuando me empujan, me sobrecojo
Cuando me ayudan, se cobran
La cobardía me persigue
El malestar, diario
Mis deseos, sencillos
Mis intenciones, sanas
Todo lo comparto, y todo lo pido
Quiero pertenecer al mundo y tener parte de él
No hablo, no digo, no me expreso
No vivo, no siento, no percibo
Científicos del mundo, acercaos
Aquí, aquí: la primera mujer robot
Pero no, aún no, el dolor sigue ahí
Sí, aún siento
En ese momento cuando Andrés me recordó aquel poema que escribí hace tanto tiempo, me parecía imposible, yo ni siquiera lo recordaba, y el se lo sabía de memoria. Recordé aquella mala época de mi vida, pero también recordé que siempre me crecía en las adversidades.
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