miércoles, 15 de julio de 2009

Por razones de seguridad

Por razones de seguridad me separaron de mi familia sin darme ni un solo dato de su paradero, me aislaron en una casa de campo a un par de kilómetros del pueblo más próximo, lo único que sabía es que no había salido del país y que estaba al norte, el frío y el viento hacían imposible cualquier tipo de excursión por los alrededores. La casa estaba desangelada (como diría mi abuela), así que la primera semana allí me limité a hacerla acogedora en lo posible, ya que apenas tenía muebles más que los imprescindibles; trasladé el sofá del salón a la salita que tenía un balcón que daba a la calle, hice lo mismo con la única mesa de la casa y las cuatro sillas que estaban en la cocina, recubrí una de las sillas con el edredón de una de las dos camas del dormitorio y la convertí en mi silla de ordenador, incluso coloqué los marcos de fotos que llevaba en la estantería; limpié y decoré la salita, el dormitorio, el baño y la cocina el resto de la casa quedó inutilizada, sólo me serviría de paso.

Aquella salita se convirtió en mi santuario, me pasaba el día allí encerrada y los pocos paseos que daba por los alrededores eran siempre al mediodía, primero por ser la mejor hora para no congelarme de frío y segundo porque a esa hora era prácticamente imposible que me encontrara con nadie. Para acceder a la casa desde la autopista había que desviarse por un sendero a unos 200 metros y nadie lo hacía porque presuponían que la casa estaba deshabitada desde hace años.

Ya había pasado una semana desde que me quedé sola, sin teléfono móvil para evitar dar señas de mi situación, mi contacto era a través de una cuenta en internet, nunca me hubiese imaginado que mi único amigo y aliado sería un ordenador, pero gracias a el no me volvía loca.

El inspector Arribas me ponía al tanto de los avances del caso a través del correo electrónico, por la mañana me había dicho que vendría por la noche para dejarme más comida y ropa de abrigo porque se iba a alargar más de lo previsto mi estancia allí, también me informó del estado de mi marido y de mis hijos para que estuviera tranquila.

Estaba sentada delante del ordenador cuando oí dos disparos, me levanté y cerré las contraventanas del balcón, el resto de la casa estaba a oscuras. Eran las nueve de la noche y estaba esperando a que apareciera el inspector Arribas con la comida y la ropa, las puertas y ventanas de la casa permanecían cerradas, sólo podía subir al desván para intentar otear el exterior desde el único hueco abierto, tendría que tumbarme y asomar la cabeza por el, tuve la sensación de que los disparos habían sido muy cerca de la casa, vi un todoterreno aparcado a pocos metros de la casa y delante de este el coche de Arribas, los dos coches estaba vacíos, agucé el oído y pasados unos segundos note el ruido de pisadas debajo de mi acercándose a la casa, no podía ver a nadie pero sí sus sombras, la de una mujer y la de un hombre, a pesar de que la noche estaba cerrada, la luna descubrió el comienzo de mi pesadilla, al lado del todoterreno estaba el inspector Arribas tirado en el suelo sin dar señales de vida.

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