viernes, 10 de julio de 2009

Fascículo nº 5: La foto del mueble de la entrada

Mi hijo Guillermo apareció en la cocina despeinado y con el aspecto de no haber dormido muy bien, me dijo que no saliera de casa sin hablar antes con el y sobre todo que no fuera al gimnasio. En mi ausencia los acontecimientos se habían atropellado, me imaginé que la policía le habría puesto al tanto de la situación de José Ángel, hasta ese momento no me di cuenta de los problemas por los que habría pasado cuando me fui a Barcelona, el gimnasio habría sido un herbidero de acontecimientos aquellos días y yo había dejado a mi hijo en medio de aquel maremagnum de insensateces, amén del peligro que le rodeaba, y puede que su vida siga en peligro.

Me empecé a agobiar esperando a qué mi hijo saliera del baño, preparé café e hice tostadas, necesitaba estar entretenida mientras esperaba a Guillermo. Mi marido y mi hijo Óscar seguían en la cama pero no tardarían en levantarse, esta era una de esas situaciones en las que toda la familia debía estar reunida en torno a la mesa.

El primero en aparecer en la cocina fue mi marido le dije que llamara a su trabajo y les contara que tenía un imprevisto familiar y que no podía ir al trabajo, comprendió que hablaba en serio y que realmente era una urgencia. Oí que mis hijos hablaban en el pasillo y que se dirigían a la cocina, así que puse el café y las tostadas en la mesa y me senté esperando a que todos hicieran lo mismo.

El primero en hablar fue Guillermo: Mamá, no sé en qué lío nuevo estas metida o sí es el mismo en el que creíamos que se había solucionado, pero es muy peligroso te lo puedo asegurar, he pasado los peores días de mi vida y gracias a la policía que ha estado en todo momento a mi lado no me he vuelto loco, papá y Óscar no saben nada, no quería preocuparles. Supongo que por lo que dijiste ayer el inspector Arribas te ha puesto al tanto de los negocios de tu amigo José Ángel, y no sólo trafica con diamantes por lo que he podido ver en el gimnasio. Lo que no comprendo es como has podido estar tan ciega
Mi hijo me miraba como si el mundo se hubiera vuelto al revés, ahora el cuidaba de mi, me daba consejos y me reñía, me sentí como una auténtica atolondrada. Guillermo continuó: al día siguiente de empezar a trabajar en el gimnasio me di cuenta que era una fachada para el tráfico de droga, aunque no sospeché que estaba relacionado con los traficantes de diamantes y decidí llamar al inspector Arribas para que le vigilaran, cuando le detuvieron se descubrió que no estaba casado y que la brasileña ni amante ni nada, es una más del 'grupito' de traficantes, tenían toda una red muy bien montada, funcionaban a través de los cinco gimnasios que tienen en Madrid, no fue una casualidad que te utilizaran desde el principio, pero por lo visto no eres la única han utilizado a otros y cuando finalizan la operación sí alguno les molesta se lo quitan de en medio, no dejan testigos, en eso son muy meticulosos, y tanto tú como yo somos molestos en este momento. Yo desde luego me largo de Madrid y espero que vengáis conmigo hasta que la policía solucione el caso, según el inspector Arribas están a punto de atrapar al grupito que mueve los hilos.

Escuché a mi hijo aunque nada de lo que dijo me sorprendió, por supuesto que tenían que irse de Madrid, la que no se iba a ir era yo, mi rabia traspasaba el umbral de todo lo imaginable, no me perdonaba haber sido tan estúpida y haber puesto en peligro la vida de los mios, ahora tenía que vengarme para poder seguir soportándome el resto de mi vida (corta o larga), desde luego no pensaba en huir, mi furia descontrolada no me dejaba pensar con tranquilidad, aunque tenía claro una cosa: no se juega conmigo sin sufrir las consecuencias.

Tardé más de una hora en convencer a mi familia que tenía la imperiosa necesidad de quedarme en Madrid aunque cambiara de casa, tenía que colaborar con la policía pero que para poder hacerlo ellos tenían que salir de Madrid y ponerse a salvo.

Cerramos nuestra casa y nos llevamos lo imprescindible, no sabía cuando volvería de nuevo, es más, no sabía sí volvería. Antes de salir por la puerta metí en el bolso los marcos con las fotos que teníamos en el mueble de la entrada de casa, una de mis hijos y la otra de mi marido y mía , al mirar aquella foto recordé uno de los mejores momentos de nuestra vida.

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