miércoles, 17 de junio de 2009

Saldadas las deudas del pasado

De tanto vivir fingiendo o de tanto fingir viviendo se había olvidado de ser ella misma, ya no recordaba su verdadero yo, de vez en cuando se paraba a pensar en ella pero los recuerdos eran cada vez más difusos, no se conocía ni se reconocía. Aquella mañana había tomado la decisión que llevaba tiempo pensando, se marcharía de Barcelona, se iría sola, esta vez no acudiría a nadie, ni a sus padres ni a su hija, ni a amigos, tenía que estar sola para pensar, Roberto la había arrastrado a una vida sin sentido cada vez más vacía de valores, la había arrastrado a un mundo ingrato, hacia un abismo cada vez más profundo.

Giovina me despertó, después de ponerme al tanto de su decisión, me leyó la carta que había dejado para Roberto y salimos de la casa dejando a Roberto en la cama.

Adiós mi amor, necesitas un tiempo para solucionar tus problemas, yo nada puedo hacer, has de ser tu solo el que se centre para que podamos tener un futuro juntos. Noches como las de ayer solo agravan la situación porque no confías en mi lo suficiente como para que esté a tu lado, creo que es el momento de dar una callada ausente por respuesta. Ya no tengo miedo por ti, tu ego está por las nubes y te acompañará allá donde quiera que vayas. Estaba convencida de que nuestro amor superaría cualquier barrera, pero para que eso suceda hemos de ser los dos los que queramos saltar y en estos momentos sólo yo estoy dispuesta a dar ese salto.

Estábamos en el rellano de la escalera a punto de cerrar la puerta cuando aparecieron dos hombres armados detrás de nosotras y nos obligaron a entrar de nuevo en la casa, mientras uno de ellos nos mantenía sentadas en el sofá del salón el otro registraba la casa, a los pocos minutos apareció con Roberto y le hizo sentarse a nuestro lado, el más alto mirando a Roberto le dijo: Anoche te escapaste, eso no estuvo bien, ya hemos perdido mucho tiempo y nuestro jefe está más que harto de tantas tonterías, será mejor que nos acompañes al notario para hacer el traspaso de las escrituras de tu casa y de la librería, nos están esperando, tu
s amigas se quedarán aquí con mi amigo hasta que regresemos, no te preocupes cuando acabemos no te molestaremos más.

Las deudas de Roberto estaban a punto de ser saldadas y nosotras éramos la garantía. Roberto nos tranquilizó, nos dijo que el pasado le estaba cobrando sus abusos con la vida, pero que había tenido suerte porque Giovina aún estaba allí, el destino quiso que fuéramos testigos de como un hombre empezaba a reconocerse a sí mismo, a reconocer sus actos y las consecuencias de estos. Hasta ahora Roberto era consciente de su existencia pero no de la consecuencia de sus actos, su conciencia cloroformizada estaba despertando del efecto del anestésico, deseaba ser un hombre recto sin actos reprobables, la vida le estaba dando una gran oportunidad para salir de su pasado al lado de Giovina y con el éxito profesional, no podía cometer más errores, estaba dispuesto a zanjar su pasado y seguir adelante, nos dijo que cuando volviera nos contaría todo, más bien que hablaría con Giovina porque no quería perderla.

Las horas pasaban lentamente, nos trasladamos a la cocina para prepararnos un café, nuestro acompañante era amable, repetía que sólo teníamos que esperar a que volvieran y todo acabaría, que el hecho de reconocerle no era problema porque sería mejor que la policía no llegara a saber nada de todo aquello por los muchos chanchullos de Roberto, estaba seguro de nuestra discreción y de que después de solucionar el problema desapareceríamos de Barcelona.

No le faltaba razón a nuestro carcelero, de hecho en cuanto llegó Roberto llamanos a una empresa de transportes y alquilamos un guardamuebles para dejar las cosas de la casa, salimos de aquella casa sin volver la vista atrás y nos alojamos en un hotel.

A la mañana siguiente pensaba despedirme de la pareja e irme al aeropuerto para regresar a Madrid. Llamaron a mi habitación, eran Giovina y Roberto, querían hablar conmigo antes de ir al aeropuerto, las enormes ojeras en sus rostros y su cara de cansancio delataban una noche de insomnio, me dijeron que volvían a Italia pero no a San Gimignano, de momento se quedarían en Roma un amigo de Giovina les dejaba una casa que tenía vacía, su situación era crítica, sin apenas recursos económicos y sin trabajo. De la situación de Roberto apenas me contaron nada, solo que se había metido en un negocio poco recomendable y que sus adicciones le dejaban sin voluntad invitando a todos los que se le cruzaban aumentando sus deudas considerablemente. El último año que pasó fuera de Barcelona no tuvo la precaución de cerrar las cuentas en los múltiples garitos que frecuentaba, así que sus deudas siguieron sumando, cuando volvió y cerró las cuentas se convirtió en persona non grata para sus parásitos y sus acreedores se pusieron en movimiento dando como resultado su más absoluta ruina.


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