jueves, 11 de junio de 2009

Mirada perdida

Roberto no volvió y Giovina empezó a preocuparse, nos arropaba la noche en aquella terraza, la calidez de la brisa nos envolvía, pero la sensación de paz estaba empañada por el rostro tenso y pensativo de Giovina.

Después de unas horas sin apenas conversación salimos a la calle para buscar a Roberto, teníamos una ligera idea de dónde podía estar, los bares que frecuentaba cuando vivía en Barcelona eran siempre los mismos, Giovina sabía de ellos por los ataques de sinceridad de Roberto, de cruel sinceridad como decía ella porque la describía con minuciosidad sus noches locas con amaneceres imprevistos y en lugares desconocidos, casi siempre al lado de alguna mujer con rostro anónimo, ella no quería saber nada del turbio pasado del hombre al que amaba, sólo quería al Roberto que había conocido y al que adoraba con el que quería compartir su vida ahora hecha añicos desde que volvieron a Barcelona. La transformación de Roberto la había descolocado, se sentía impotente y no sabía como enfrentarse al nuevo Roberto para ella totalmente desconocido.

Nos metimos en una de esas calles que dormían de día y despertaban por la noche, el bullicio de las aceras nos daba una idea de como sería el interior de los locales. Uno por uno fuimos recorriendo todos los garitos sin resultado, los ojos de Giovina no ocultaban la preocupación creciente cada vez que salíamos de un nuevo local sin resultado, hasta que llegaron a ser impenetrables, su mirada era cada vez más fría a medida que transcurría la noche. Siempre me fascinaron los ojos de Givina, chispeantes, era capaz de animar la más aburrida de las conversaciones con una sola mirada, pero esta noche se habían vuelto inexpresivos, fijos, distantes, con la mirada perdida.

A las dos de la madrugada nos dimos por vencidas y volvimos a casa. Por la mañana, Giovina entró en el despacho de Roberto para recoger unos papeles y se encontró a este tendido en el sofá, no se había quitado la ropa. Cuando entré en el despacho y vi a Roberto caí en la cuenta de que la noche anterior cuando volvimos a casa no habíamos mirado allí. Giovina estaba muy malhumorada y le estaba presionando para que se levantara, tarea ardua porque ni se movía.

Después de más de media hora con una paciencia ilimitada, Giovina logró despertar a Roberto, tenía una gran resaca, la típica que precede a una noche de varias (muchas) copas y puede que algo más, nos saludo con un simple movimiento de cabeza y se metió en el baño. Giovina me pidió que saliera a darme una vuelta por la ciudad que necesitaba estar a solas con Roberto para aclarar la situación, no estaba dispuesta a seguir viviendo con un hombre en el que no podía confiar, ni en esta ciudad ni en ningún otro lugar.

Dejé que transcurrieran un par de horas antes de regresar, cuando entré en la casa Giovina y Roberto estaban sentados en la terraza con caras de preocupación, me pidieron que me sentara con ellos, tenían que hablar conmigo. Roberto parecía consternado, fue el quien se dirigió a mi y me contó que el año pasado cuando salió de Barcelona había dejado enormes deudas que le estaban reclamando y las personas a las que debía dinero no eran precisamente pacientes, su deuda había subido considerablemente durante este tiempo con los intereses, la noche anterior intentó calmar sus ánimos y les pidió un tiempo pero no estaban dispuestos a dárselo, Giovina no tenía suficiente por eso acudían a mí, me quedé helada ¿me están pidiendo dinero? no podía creerlo, tanto ella como el estaban serenos y sabían bien lo que decían, no podía fiarme, de todas formas tampoco podía prestarles nada porque nada tenía y así se lo hice saber.

La actitud de Giovina cambió, me preguntó la clase de amiga que era, que me había invitado y cosas así, y la molestó mi desconfianza y todo delante de Roberto, en ningún momento hizo alusión a la noche anterior, como si no hubiera ocurrido nada, ¿qué clase de broma era todo aquello? nada de reproches a Roberto y todos los reproches eran para mi que lo único que hacía era ayudarla, empecé a sospechar que no me había contado la verdad y que había mucho más detrás de aquella actitud.

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