domingo, 15 de febrero de 2009

Don 'Creíque' y don 'Penseque', primos hermanos de don 'Tonteque'

Después de mis infructuosos intentos con conserjes, enfermeras y médicos del hospital, salí de allí desesperada y sin un solo dato, sólo me había quedado claro que la tontería es contagiosa, y que como decía mi abuela, cuando estaba realmente enfadada, "¡Toda la vida matando tontos, y siempre queda alguno!"

Así que, ante el hermetismo absoluto de todos aquellos personajes que me contestaban dándome largas, empezaba a decir: "yo creí que la doctora estaba trabajando, o, pensé que podría recibirme, y otras frases absurdas, con la intención de sonsacar a alguno de ellos, hasta que me di cuenta de mi estupidez, ya que nadie me diría nada sobre la doctora Soto, lo que me dejó más intrigada si cabe. Entonces recordé otra de las frases de mi abuela cada vez que me pillaba en alguna trastada y ponía excusas, empezando por las frases: yo creí que ... o yo pensé que ... Ella me contestaba: ¡don Creíque y don Penseque, primos hermanos de don Tonteque! Por tanto debía dejar aquello antes de convertirme en don Tonteque.

Salí del hospital, irritada e impotente, hablaba sin palabras - el mundo está lleno de tontos, y casi siempre de tontos desocupados, o lo que es peor, de tontos que creen estar ocupados en sus tontas vidas y, son precisamente éstos los que complican las situaciones más sencillas de la vida, disfrutan interfiriendo y entorpeciendo, y siempre, siempre, están llenos de razones que expresan en un ilimitado espacio de tiempo, aburriendo y desesperando -.

Pero como el tiempo todo lo cura, éste se encargó de curar, o al menos amortiguar mi irritación, y a la media hora de haber salido del hospital ya se me había pasado el mal humor y me dirigía a mi casa con la intención de pasar un fin de semana tranquilo. Ya se lo contaría el lunes a Violeta.

El fin de semana, tedioso, sin más, dejando pasar las horas. Por fin era lunes, me levanté temprano, me duché, desayuné y cuando me estaba vistiendo llamaron al móvil; era Violeta, no podía quedar por la mañana, la noche anterior apareció su padre en casa y no se iba hasta las dos de la tarde, había venido en viaje de negocios a Madrid; la dije que no importaba, que ya nos veríamos el martes, pero en realidad, importaba, y mucho, había estado esperando la mañana del lunes con ansias desmedidas, y todo para nada. ¿qué iba a hacer todo el día?, mi marido no volvía hasta las ocho de la tarde, y mis hijos, volverían cuando recordaran que tenían una casa donde cenar.

Terminé de vestirme y salí de casa. Recorrí todas las tiendas del barrio y gasté lo que no tenía en cosas que no necesitaba, era la forma de curar mi ansiedad, un poco cara, pero funcionaba. Decidí no volver a casa ni para comer - total tendría que comer sola -. Cargada de bolsas, cansada y hambrienta, entré en una cafetería para picar algo. Apenas me había sentado cuando sonó el móvil, era Violeta, acababa de acompañar a su padre al AVE y quería saber sí podíamos quedar esa tarde, la dije que estaba muerta de hambre y que quería acercarme a casa para dejar las bolsas de la compra, que después me parecía bien; estuvo de acuerdo, así que quedamos a las cuatro en el bar que conocimos en la calle de Boris.

Pero apenas había colgado el teléfono cuando me di cuenta de que no le había contado nada de mi investigación del viernes pasado. Decidí llamarla para cambiar el lugar de la cita, quería acercarme otra vez al hospital, tenía una especie de presentimiento, algo en mi interior me decía que tenía que volver allí.

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