lunes, 23 de febrero de 2009

El cuerpo de Violeta

Después de mi conversación con Violeta, o más bien después de haber escuchado su monólogo, estuve pensando en mi vida. No me ajustaba al modelo de Violeta de mujer en paro, en realidad yo no estaba en el paro, ya que nunca he trabajado fuera de casa, no tengo ni idea de lo que es una nómina o un horario de trabajo.

Conocí a mi marido en el último año de la facultad, nos casamos a los pocos meses, y ya han pasado 22 años desde entonces, tengo dos hijos de 19 y 20 años, ambos tienen su mundo fuera de estas cuatro paredes, y sólo me necesitan para que interceda con su padre cuando necesitan dinero. De la casa se ocupa Berta, así que mi trabajo (desde que los niños son mayores) consiste en ocuparme de los recibos, la compra, organizar los viajes..., gestora del hogar, así me llaman en casa.

En cuanto a mi marido, se va a las ocho de la mañana y vuelve a las nueve de la noche, es un adicto al trabajo, el único tiempo que dedicamos a la pareja son los fines de semana, pero seguimos enamorados, muy enamorados, algo poco normal a decir de los mentideros,. Me gusta mi vida, nunca me he planteado si es buena o mala porque disfruto cada momento,; he estado ocupada siempre, no recuerdo un sólo día de apatía, los días que me quedo en casa me acompañan los personajes del libro que tengo entre manos.

Cuido mucho mis libros, he sido y soy una lectora agradecida, doy gracias a los autores de los todos los libros que han pasado por mis manos, porque siempre me queda algo de los personajes que han inventado para mi, y para todos aquellos lectores agradecidos que hay en este mundo, y que por un momento han logrado que nos convirtamos en protagonistas de sus historias, aunque estemos a mil años luz.

Jueves,: son las diez de la mañana, tengo cita con la doctora Soto. Había quedado a las diez menos cuarto en la puerta del hospital con Violeta, pero no aparece, la llamo y no contesta, la he dejado un mensaje en el móvil para que sepa que estoy en la consulta, espero que me esté esperando fuera cuando salga.

Cuando salgo de la consulta tengo la sensación de no haber conseguido nada de nada, sólo perder el tiempo hablando de temas de otorrinolaringología,. Y Violeta sin aparecer, no está esperándome a la salida., dejo pasar unos minutos más y decido acercarme hasta su casa.

Cuando llego a la casa de Violeta, me sobresalta todo el jaleo que hay, la policía está en la puerta, hay varios coches, y cuatro policías interrogan con los vecinos (al menos es lo que me ha parecido). Me invade una terrible sensación de ahogo, ¿y, si le ha pasado algo a Violeta?. Me acerco y pregunto a uno de los policías:
- ¿que ha pasado?
- Un suicidio, o un asesinato, no sabemos
- ¿Quién es la víctima?
- Y usted, señora. ¿quién es?. ¿que hace aquí?
- Tengo una amiga en este portal, y venía a visitarla
- ¿Cómo se llama su amiga?
La cara del policía cuando le dije quién era mi amiga, lo decía todo. No recuerdo mucho más, ahora estaba tumbada en la acera y un hombre me tomaba el pulso.
- Tranquila, no pasa nada, se ha desmayado.

En ese momento, llegó la ambulancia, dos enfermeros sacan una camilla y se meten dentro del portal. Me levanto, estoy algo mareada, así que me sujeto al hombre que está a mi lado, y me dirijo a uno de los policías: ¡por favor!, ¡por favor! deje que entre en la casa.
- No puede pasar nadie.
- Pero era mi amiga, habíamos quedado esta mañana.

El policía me retuvo en la entrada, a la espera de que salieran con el cuerpo de Violeta. No recordaba haberme llevado un golpe semejante en toda mi vida. No podía creer lo que estaba pasando, era como si estuviera viviendo una historia de otra persona, o como si fuese un personaje de un drama, en ese momento no tuve capacidad de reacción, no lo asimilaba.

- Dejen paso, por favor.

Los dos camilleros avanzaban deprisa para llevar a Violeta hasta la ambulancia. Mis ojos de dirigieron hacia la camilla, estaba descubierta, y Violeta estaba entubada, mi corazón se aceleró, empecé a gritar su nombre como una posesa. A los pocos segundos levantó la cabeza y me miró, ¡estaba viva!,. El policía que me retenía, además de no enterarse de nada, me soltó y me dejó pasar hasta la camilla.

Violeta se levantó la mascarilla y se dirigió a mi: ¡Selene!, ¿qué haces aquí?, y se desmayó. Me dieron permiso para que la acompañara en la ambulancia hasta el hospital. Mi aspecto era un cromo, reía y lloraba a la vez, tenía las manos de Violeta entre las mías, el sudor caía por mi frente y las lágrimas por mi cara.

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