sábado, 28 de febrero de 2009

El 'ego' y el 'yo'

Camino del hospital, recordé una conversación con mis hijos sobre el 'ego' y el 'yo', intentaba que comprendieran lo importante que era dejar de pensar en nosotros mismos, en nuestra satisfacción personal cara a los demás, para dejar paso a la satisfacción personal cara a nosotros mismos.

Les decía: el 'ego' es el yo tengo, la posesión, el control, la soledad, la envidia, el poder, la avaricia y la lástima y el el 'yo', es el espíritu, el yo soy, el amor incondicional, la fe, la confianza y el desprendimiento. Para ser feliz hay que vivir en el 'yo soy', es nuestra fuente de aliento y vida. Pero si estamos dominados por el 'ego', podemos caer en el autoengaño. El 'ego' no es más que una idea, una ilusión, el problema es que mantener esta ilusión, puede impedir conocer nuestro verdadero 'yo'. La verdadera libertad no necesita nada para demostrar su existencia.

Me miraban sin comprender nada de lo que les había dicho. Así que les dije: hijos mios, mi confianza en vosotros es un acto de fe que tengo que hacer todos los días, quería que comprendieran lo que es la verdadera libertad, el amor incondicional, la fe, la confianza y el desprendimiento, todo lo que yo sentía por ellos, pero quería también que comprendieran que ese amor tenía que ser recíproco para que funcionara, y que para eso tenían que ser conscientes de sus actos, y que sus acciones no los avergozaran. - La satisfacción ha de ser cara a vosotros mismos, no cara a los demás -.

Me dio la impresión de que me comprendieron, y que iban a tomar cartas en el asunto. A partir de ese día ya no hubo más excusas, ni notas falsas, empezaron a confiar en mi, a preocuparse por mi vida, por mis preocupaciones, y aparcaron un poco la suya que durante el último año había ocupado el 100% de su tiempo, pasé de invisible a visible, lo que nos acercó de nuevo.

Gracias a esa conversación, lo primero que hice al llegar al hospital fue llamar a mis hijos, seguramente, unos días antes, no se me hubiese ocurrido llamarles para que me acompañaran, pero ahora tenía la seguridad de que acudirían a mi lado, necesitaba a mis seres queridos a mi lado.

Al llegar al hospital, tuve que quedarme en la sala de espera. A los diez minutos llegó la policía , me pidieron que hiciera una declaración. Yo no sabía nada de lo que podía haber ocurrido, les conté que habíamos quedado en ese mismo hospital unas horas antes porque me iba a acompañar, que yo tenía consulta con una doctora (no mencioné el nombre de la doctora Soto). Después de contarles de qué conocía a Violeta, les conté, que vivía sola y que su familia vivía fuera de la ciudad, pero que no tenía ningún número de teléfono ni direcciones de nadie, tampoco pude aportar ningún dato sobre direcciones o teléfonos de sus amigos, en realidad sólo tenía contacto con ella, conocí a algunas personas de su entorno en la fiesta de su cumpleaños, pero ni siquiera sabía si podría reconocerlos si los volviera a ver, excepto mi primo José María, que fue el que me llevó a la fiesta aquel día, pero Violeta no le conocía porque era amigo de un amigo, como mucho podía darle el teléfono de mi primo, y a través de él, localizarían al otro amigo; no conté nada de Boris, pensé que de momento me lo reservaría hasta hablar con Violeta. Me dijeron que me acercara a la comisaría para firmar la declaración. En ese momento llegaron mis hijos, no los había contado nada, y ahora estaban asombrados de verme con la policía.

Es la segunda vez en pocos días que acudo a una comisaría, la primera fue para denunciar el robo del ordenador, claro que fue en otra comisaría.
- ¿Qué ordenador mama?, ¿ de que hablas?. y ¿quién es esa tal Violeta?
Ahora eran mis hijos quienes me bombardeaban con preguntas. Les conté toda la historia, sin omitir detalle, se quedaron estupefactos, no podían ni imaginarse mis andanzas en las últimas semanas.
- Has estado muy sola, ¿verdad mamá?, ¿papá lo sabe?
No, vuestro padre tampoco lo sabe, tiene mucho trabajo, no tiene tiempo de escucharme, y más desde hace unas semanas que se trae trabajo a casa, ya no le quedan ni los fines de semana para mi.
- Eso tiene que cambiar, vosotros sois más importantes que todo el trabajo del mundo, tienes que hablar con él hoy mismo.

Cuando salimos de la comisaría nos fuimos a casa; no pasaría de hoy hablar con mi marido y contarle todo lo ocurrido. Más tarde me acercaría al hospital para ver como estaba Violeta, y me quedaría esa noche con ella, estaba deseando poder hablar con ella, o más bien que ella me hablara y me contara que había pasado.


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