lunes, 23 de febrero de 2009

Ni agradecido, ni pagado

Las cocinas más limpias son las de las casas de las mujeres en paro, siempre que el marido trabaje, o no exista tal marido. He llegado a esta conclusión después de estar más de tres horas limpiando la mía, y lo peor, es que aún me quedan al menos otras tres horas más.

La grasa, lo peor es la grasa que queda detrás de los sitios que nadie ve, pero como tú sabes que están ahí, pones más esmero en su limpieza. Es como un vicio más, la cocina puede estar sucia durante meses, pero cuando la limpias tiene que quedar impecable. Me pregunto si no tendrán la culpa tantos anuncios de
Don Limpio, espero que sea eso, porque lo del gen que tienen la mayoría de las mujeres me resulta un tanto injusto.

He hablado con mi madre y le he contado la paliza que tenía en el cuerpo, después de la limpieza a fondo de la cocina, y he descubierto que más que Don Limpio o los genes, la culpa es de las madres. No creas que me ha consolado, ni me ha dicho que descanse y no me dé palizas, o que contrate a alguien, ¡no!, sólo se la ha ocurrido decirme: " Algo que hay que hacer, y nadie mejor que una, y ahora que tienes tiempo podías aprovechar y dar un repaso a toda la casa, siempre hace falta".

Porque es mi madre, pero qué narices es eso de "aprovecha", yo más bien diría desaprovecha.
Pero no contenta con lo que acababa de decirme, ha seguido:
"Así no necesitas gimnasio, no hay mejor ejercicio para los brazos y las piernas que una buena limpieza en casa".

Ya estaba harta de sus comentarios, me estaba empezando a arrepentir de haberla llamado, porque no creas, que no acaba ahí la cosa, se me ocurre decirla: -"Entonces, habrá que informar a los hombres que van al gimnasio para ponerse en forma, que no se gasten el dinero tontamente, porque además tampoco tendrían que pagar a una chica de la limpieza, doble ahorro, ¿no te parece?, sobre todo los que viven o, ¿no crees?". Ahí se la he tirado... por mi hermano, ¿sabes?, está divorciado y vive solo, y claro, tiene una señora que le limpia la casa, se ocupa de la plancha, la comida y todo lo demás, y por supuesto a mi madre la parece que es lo propio, pero en mi caso nunca la pareció bien.


Y me contesta: "Los hombres, los hombres... ¡mira tu padre!; después, hay que ir limpiando detrás de él, porque lo deja peor que estaba. ¡Quita, quita!, es mejor que no se pongan. Los únicos hombres que deben entrar en una cocina son los cocineros".

Como podrás imaginarte, he tenido que callarme para no tenerla. Porque esta mierda de trabajo, ya sabes, ni agradecido, ni pagado, y así seguirá siempre que existan las madres.

Yo sólo había dicho: "¡Hola Violeta!, ¿qué tal?", y ahora tenía la oreja caliente.

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