viernes, 6 de febrero de 2009

Fascículo nº 2: "V" y "B"

Son las cuatro de la tarde, estamos sentadas en un banco de un barrio que no sabía ni que existía, a las afueras de la ciudad; hubo un momento en el que temí por nuestra integridad, pero me he dado cuenta de que aquí cada uno va a lo suyo, estamos pintadas, y si eres amable con los vecinos del barrio, no tienes nada de que preocuparte.

Quedé con Violeta a las diez de la mañana en una pequeña cafetería de su barrio, traía un ordenador portátil. Apenas nos sentamos en una mesa abrió el ordenador, empezó a trastear con el ordenador, hasta que a la media hora más o menos me mira y me dice: ¡ya se dónde vive! Terminamos el segundo café y nos fuimos. Violeta había averiguado cómo llegar en metro hasta la casa de Boris, estaba nerviosa, distraída y un poco patosa, nos confundimos dos veces en los trasbordos y estuvimos más de una hora dando vueltas hasta que llegamos a lo que a mí me pareció la última estación de metro de la última línea.

Cuando salimos a la calle eran las doce del mediodía, la calle estaba a medio asfaltar, o si alguna vez estuvo asfaltada del todo, la habían pateado con saña, porque había más huecos por rellenar, que rellenos; tenía edificios de no más de tres alturas y casas de planta baja de hace más de 50 años, con la fachada descolorida por el paso del tiempo. Al cabo de unos cinco minutos, Violeta se paró frente a uno de esos edificios, y se quedó mirando el número de la puerta.

- Es aquí, tenemos que entrar para ver los buzones - dijo Violeta

No había un alma en toda la calle. Unos portales más abajo de donde estábamos, en la acera de enfrente, había un pequeño bar, nos acercamos hasta allí. La puerta del bar tenía incrustadas todas las manos de los últimos meses, sentí chirriar mis dientes cuando abrí la puerta para asomarme; el bar estaba vacío, tenía dos pequeñas mesas adosadas a la pared, enfrente de la barra, con dos sillas en los laterales de cada una, en la barra había taburetes altos de madera de la primera vez que abrieron el local, y que a juzgar por su aspecto hacía muchos años.

Nosotras: Buenos días.
Tabernero: Buenos días, señoras.
Violeta : ¿Conoce usted a Boris? Vive unos portales más abajo en esta misma calle.
Tabernero: Sí, claro.
Violeta: ¿Sabe si viene a comer?.
Tabernero: No sé, con él nunca se sabe, unos días viene y otros no.

Esa fue toda la información que logramos en aquel bar, así que nos fuimos a patear el barrio (a pesar de que Violeta no quería moverse de la puerta de Boris. Ya eran las dos de la tarde y no habíamos conseguido más que estar cansadas y hambrientas, así que logré que Violeta me hiciera caso y nos alejamos de allí en busca de algún sitio para saciar el hambre. Violeta apenas probó bocado, y a las tres y media estábamos de vuelta en la calle de Boris.

Entretenidas con el ordenador, no nos dimos cuenta de que se nos acercaban dos chicos; sólo cuando los teníamos encima, los vimos.

Chicos: Buenas tardes, señoras, ¿les importaría prestarnos su ordenador?.
Violeta: Lo siento, pero es personal.
Chicos: Lo formatearemos. ¡Ja, ja, ja!.

Entonces nos dimos cuenta de las pocas salidas que teníamos, a mí me empezaron a temblar las piernas, y me di cuenta de que corriendo no avanzaríamos más de dos metros.

Selene : ¡Dáselo!, suelta el maldito ordenador.

Pero la nueva Violeta se había vuelto intrépida, sujetaba el ordenador con fuerza: ¡no!, no tienen por qué salirse con la suya ... hasta que el brillo de una navaja en manos de uno de ellos le hizo cambiar de idea y lo soltó.

Chicos: Gracias señoras, muy amables.

Hay que joderse con la amabilidad de los jóvenes atracadores, no te quedan ganas ni de denunciarlos.

Nos alejamos de aquella calle, buscando una principal, cuando, de repente, me dice Violeta: en cuanto pongamos la denuncia, volvemos. Lo que reflejaba mi cara cuando la miré, puedo decir que era más incredulidad que ninguna otra cosa; me tranquilicé y le dije: querida, tú no sé dónde irás, pero te aseguro que yo, allí, no vuelvo, así que busca otra manera de localizarle.

Violeta: Está bien, ya se me ocurrirá algo.

Mientras paseábamos en silencio en busca de algún alma que nos indicara la dirección de la comisaría más cercana, miré a Violeta, estaba ensimismada, creo que ya no recordaba ni que la habían robado el ordenador, como de hecho corroboré cuando abrió la boca y me dijo: "¿Podemos ir a la embajada de su país?"

Estaba claro, no pensaba dejarlo a ningún precio, así que me rendí y le contesté: "Está bien, seguiremos investigando".

1 comentario:

  1. Me apasiona esta historia, tiene unos giros literarios más que interesantes. Me está cayendo la tal "V", aunque la que la acompaña, la narradora, al fin, me resulta especialmente atractiva. me gustaría saber más de ella. ¿Qué tal un capítulo/entrada dedicado a ella? Un saludo de su eterno seguidor

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